Miedos infundados

Todas las religiones, mitologías e incluso la ciencia se han ocupado, y se ocupan, Todas las religiones, mitologías e incluso la ciencia se han ocupado, y se ocupan, del posible final de los tiempos, de la época definitiva de la Tierra, de ciertos acontecimientos que marcarían la desaparición de lo que conocemos como raza humana y civilización, y de la misma destrucción del planeta por factores exógenos o internos. Cuantas culturas, pueblos y comunidades han habitado esta parte del Universo se han preocupado respecto del futuro colectivo, y todas y cada una de las profecías han sido anuncios infundados, incumplidos o meras especulaciones, como ocurrió recientemente con el cambio de siglo del XX al XXI o lo que muchos pensaron que eran funestos vaticinios de Nostradamus. Para tranquilidad de todos durante este viernes 21 de diciembre de 2012, en muchos países ya pasó este día sin novedad, no hubo terremotos ni tsunamis ni volcanes en erupción, ni se han desatado guerras químicas o biológicas, ni cayó el Anticristo ni el cielo se iluminó con un meteorito, ni han descendido aeronaves interplanetarias con seres verdes de ojos grandes. Basta con que revise los periódicos y las noticias de Nueva Zelanda, Australia, de las islas del Pacífico o del Oriente Lejano como China, Vietnam, las Coreas, Brunei o Japón, para que verifique que este es un viernes similar a todos los viernes de todos los años, que allá en esas naciones la vida siguió sin novedades horrorosas ni cataclismos apocalípticos. Lo que ha pasado y seguramente pasará durante este día de diciembre navideño no es producto más que de mentes calenturientas, que encontraron eco y auditorio en crédulos ávidos de anuncios y predicciones que sustenten sus miedos, fanatismos y expectativas de grandes advenimientos celestiales, salvaciones extra terrenales, ángeles y demonios en disputa sobre el purgatorio o simple y llanamente la creación de mitos y leyendas que terminan teniendo menos racionalidad que las historietas de Caperucita Roja o demás cuentos de hadas de los hermanos Grimm, que justamente ayer cumplieron 200 años de haber sido creados para la fantasía infantil. La generación de este tipo de sugestiones tiene, curiosamente, más cabida hoy que hace siglos cuando la ciencia poco o nada había avanzado en la explicación de la mayoría de fenómenos naturales. La superchería, la supuesta adivinación, los embrujos simulados, las cartas que nos dan el futuro y los astros que rigen las vidas de los mortales constituyen hoy multimillonario negocio, al lado de ciertas sectas religiosas, cuyo único propósito es enriquecer los bolsillos gracias a la empresa del fraude, el engaño y el aprovechamiento de la ingenuidad infantil que muchos adultos aún no han podido superar. Todo lo que ha sido el fantasioso fin del mundo es producto del miedo colectivo, cuyo verdadero riesgo hoy es que estos miedos puedan exacerbarse en histeria colectiva y dar lugar tragedias, como cuando se produce una estampida en un estadio repleto de gente. Pero con casi toda seguridad usted podrá leer este periódico mañana sin que nada malo le haya pasado. “Pero con casi toda seguridad usted podrá leer este periódico mañana sin que nada malo le haya pasado”.