Terminó el espectáculo circense de todos los años en el Congreso. En el debate televisado, manejan un discurso taimado y populachero y a la hora de votar, se pliegan al capricho del gobierno. En el presente año, los mejores ejemplos: con la corrupta reforma a la justicia, con el fuero militar o de la impunidad y la reforma tributaria. La reforma tributaria, fue publicitada como instrumento para la equidad. No hay tal. Es necesario conocerla en detalle. La piñata de los recaudos que genera, tienen que pagarla los de abajo. Recuérdese que Colombia figura entre los tres países más inequitativos de la tierra. Esa reforma, como la ley de flexibilización laboral del nefasto Uribe, encubre el designio perverso de favorecer a los ricos. Las mismas marañas prevalecen en las leyes del Régimen de Salud, en la ley de Restitución de Tierras, sin reforma agraria, en la ley 30/92 que el gobierno se niega a reformar, a pesar de la pésima calidad de la educación colombiana y el déficit de la universidad pública, etc. Gobernar a una nación, obliga ocuparse y responder por todos los aspectos del desarrollo, que garanticen mejoras permanentes en la calidad de vida de sus habitantes. Esta condición nunca se cumple en Colombia. Por eso socioeconómicamente y técnicamente, estamos como estamos. Los gobiernos son representantes incondicionales del poder económico y como tal, defienden el capital y el patrimonio, de los más ricos nacionales y extranjeros, y explotadores de las riquezas nacionales. El espíritu y esencia de la reforma tributaria, lo confirma. No toca impositivamente al sector financiero, entre otros. Les rebaja los impuestos y parafiscales. Sellada la independencia de la Nueva Granada, Bolívar sentenció. “Estas naciones mientras sean gobernadas por abogados y curas, nunca podrán consolidad la democracia” Debemos convencernos que gobernar una nación, es un compromiso que exige mucha responsabilidad, conocimiento general e integral del desarrollo, experiencia y honestidad. En consecuencia, es insensato confiárselo exclusivamente a economistas y abogados. Estos, por formación y conveniencia, se soportan en teorías sin sustento científico y por ende, aceptan y defienden dogmas y recetas, socialmente irracionales, favorables siempre al capital. No razonan. Ejemplo: el anterior ministro de Hacienda, sin ruborizarse, puntualizó que el que gane $193.000 mensuales, ya no es pobre. El actual, para defender su reforma tributaria, asegura que ésta no implica más impuestos. El mayor culpable de tanta tropelía contra los pobres y tanta generosidad con los ricos, es el Congreso. Además de corrupto e irresponsable, es descarado con el pueblo que lo eligió. Basta enterarse de lo que ocurrió con la reducción del precio minorista de los combustibles. El pueblo debe demostrar que realmente es soberano. Que de su voto dependen ellos. En consecuencia, desde ya y utilizando las herramientas del constituyente primario, debe decidir, para próximas elecciones, votar en blanco por todas las listas, a nivel nacional, como sanción ejemplar, por su irresponsabilidad política y social.