Nadie duda que Gustavo Petro es un hombre inteligente, honesto y con vocación de servicio al país. ¿Pero que será lo que le impide traducir esas virtudes en hechos concretos en una ciudad como Bogotá,
Nadie duda que Gustavo Petro es un hombre inteligente, honesto y con vocación de servicio al país. ¿Pero que será lo que le impide traducir esas virtudes en hechos concretos en una ciudad como Bogotá, llena de problemas, algunos heredados y otros creados por él? Independientemente de posturas ideológicas de las cuales sin duda ha sido víctima, la verdad es que cuando se cree que Petro se recuperará en términos de su imagen como Alcalde Mayor, vuelven y juegan sus grandes equivocaciones.
Que no logre consolidar un equipo de trabajo después de prácticamente un año de estar al mando de la ciudad, ya demuestra una falla profunda en sus cualidades como administrador. No han salido unos pocos funcionarios sino muchos y lo más grave es que algunos han tenido que retirarse del puesto no por su voluntad sino por fallas graves identificadas por las entidades de control de nivel nacional. Algo muy serio le ha sucedido al Alcalde que lo ha llevado a demostrar su incapacidad para armar equipos no solo de buen nivel sino estables. Sin esto es imposible manejar algo tan complejo como la capital de un país como Colombia.
Que recibió una ciudad más o menos desbaratada, es cierto, pero él lo sabía perfectamente porque él y otros fueron los primeros que denunciaron el cartel de la contratación, evidencias que han llevado a muchos, entre ellos al alcalde anterior, a la cárcel. Precisamente por su conocimiento de las fallas ha debido prepararse mejor en todo sentido, para poder manejar el cúmulo de problemas que heredó. Pero no. Se le ve abrumado, desconcentrado y por ello lleno de críticas aun de personas que siempre han creído en sus capacidades.
Faltan tres años todavía y sin duda puede recuperarse pero para eso se necesita algo que Petro ha demostrado no tener: paciencia, humildad y capacidad para escuchar a sus contradictores y aun a sus propios funcionarios. Por algo se le aburren con demasiada frecuencia. Necesita no solo conformar buenos equipos sino aprender a trabajar con ellos, no en solitario, como parece.
No en vano se recomienda siempre ir escalando despacio para aprender al andar, como decía un poeta. Pero arrancar el proceso como alcalde de una ciudad como Bogotá después de la administración de Samuel Moreno, ha resultado ser mucho más difícil de lo que Petro jamás se imaginó. Y como siempre se ha sentido sobrado, algunas veces con razón y otras no, está pasando las de San Quintín. A nadie ni a él, ni a su equipo y menos a los bogotanos y al país, le conviene que Petro siga dando bandazos como en las basuras. Por eso es fundamental que tome con buen espíritu los comentarios que se le hacen, para poder reorientar su estilo de gobierno.
Además de desearle Felices Pascuas y un año mejor en el 2013, es hora de traer a colación el dicho: buen viento y buena mar.