Un albergue para niños campesinos de apartadas zonas fue derribado con cargas explosivas en Balsillas (Caquetá) por guerrilleros de las Farc. Un albergue para niños campesinos de apartadas zonas fue derribado con cargas explosivas en Balsillas (Caquetá) por guerrilleros de las Farc. La obra, fruto de una lucha tenaz de la comunidad, quedó inservible. LA NACIÓN, Neiva Las poderosas cargas explosivas colocadas por las Farc contra un albergue infantil, en Balsillas (Caquetá) acabaron no solo con la obra física. También derrumbó de un plumazo, los esfuerzos de una comunidad, acosada por el conflicto armado, que no sale de su indignación y asombro. Aunque esta vez, el atentado terrorista no dejó víctimas humanas, la detonación desplomó otro sueño, construido durante varios años, como un símbolo de paz en medio de la guerra. Esta pequeña victoria se apagó en la noche del viernes pasado, cuando un comando guerrillero, sin ninguna compasión, incursionó violentamente y dinamitó el pequeño albergue. El ataque fue atribuido a la primera compañía de la columna móvil ‘Teófilo Forero’ de las Farc, en una oleada terrorista que se repite en otras regiones del país. Los sediciosos colocaron cargas explosivas en la pequeña edificación construida con mucho esfuerzo, después de varios años de peregrinaje, precipitado por otra tragedia que no logra borrarse. La explosión destruyó los dormitorios y dos aulas. Sobre el piso quedaron los escombros, los pocos computadores y el mobiliario escolar. “Los pupitres totalmente destruidos, el material didáctico y los tableros quedaron esparcidos por todas partes”, indicó un indignado padre de familia. Sobre los cables de energía quedaron colgando fragmentos del material escolar, utilizado para dictar clases. Las puertas, ventanales, camas y colchones quedaron regados en el área, en medio del pastizal que circunda el centro docente. “Del albergue sólo quedó el esqueleto”, indicó uno de los menores que presenciaba entristecido los estragos del ataque. Pedazos de paredes construidas con ladrillos volaron varios metros por efectos de la onda explosiva. “El dormitorio escolar – construido para albergar a aproximadamente 60 niños y niñas que habitan las zonas apartadas de la inspección – y las aulas de clase, fueron destruidas de forma indiscriminada por los integrantes de la estructura criminal, mediante el empleo de cargas explosivas de alto poder destructivo”, explicó el comandante de la Novena Brigada, coronel Juan Carlos Ramírez. Las clases por ahora quedaron suspendidas hasta nueva orden mientras tropas del Ejército buscan a los responsables. Nueva pesadilla El centro docente fue inaugurado el 24 de junio de 2011, cuatro años y 14 días después de la masacre perpetrada por dos soldados ebrios. El múltiple crimen ocurrió en la madrugada del domingo 10 de junio, después de un bazar organizado por la comunidad para recaudar fondos para la escuela ‘Guillermo Ríos Mejía’. Los soldados, Yeimer Alberto Jiménez Rodríguez y Jair Farfán, adscritos al batallón Colombia, llegaron hacia la una de la mañana y pidieron que le vendieran trago. Aunque vestían de civil, los dos portaban sus fusiles de dotación. La rectora, Marleny Berrío, al verlos en el estado en que se encontraban se negó, sin imaginarse que su decisión terminaría desatando una pesadilla. Sin mediar palabra los militares acribillaron a la rectora Marleny Berrío, a los campesinos Jaimer Giraldo y Lucas Manuel Corredor Segura. Luego dispararon contra el menor Alejandro Velásquez de 9 años y contra sus padres, José Miller Velásquez y Melania Betancourt, quienes perdieron la vida. Dos campesinos más resultaron heridos. Los militares capturados el mismo día fueron condenados 40 años de prisión por los delitos de homicidio agravado y porte ilegal de armas. Desde entonces la sede del centro docente fue abandonada temiendo un nuevo ataque. Angustioso peregrinaje Cerca de 400 estudiantes de apartadas zonas campesinas deambularon sin rumbo y recibían clases en cambuches improvisados y en casas de familia, en medio de múltiples incomodidades mientras reclamaban el apoyo de las autoridades para construir la nueva sede, sin ser atendidos sus ruegos. Después de dos años de angustioso peregrinaje, sus clamores fueron atendidos. El propio Ejército, con el apoyo de la Embajada de Estados Unidos y de la Secretaría de Educación de Caquetá, lograron construir el albergue. Las obras se iniciaron en el 2009 y fueron entregadas a la comunidad. La obra física tuvo un costo de 270 millones de pesos. Las autoridades caqueteñas ofrecieron su apoyo para reconstruir totalmente la sede, que costaría por lo menos 1.500 millones de pesos. Sin embargo, se quedaron en compromisos incumplidos. El mismo día que inauguraron la obra, el Ejército pidió perdón por la atrocidad cometida por los dos soldados embriagados. El viernes pasado, en un acto demencial, guerrilleros de las Farc, repitieron la pesadilla. El centro docente quedó destrozado. Una pared pintada por los propios niños quedó como una consigna que la guerrilla, al parecer, no comprende: “Cultivando la paz, dejamos huella”. Demanda internacional La acción terrorista desató una ola de indignación. El director del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar Diego Molano consideró que el brutal ataque es una flagrante violación al Derecho Internacional Humanitario. “Las escuelas están protegidas y son lugares de paz”, expresó. Las escuelas, como los hospitales, vías de comunicación, puentes y centros de culto están protegidas y no pueden ser objetivos militares. Tras calificar el ataque como “atroz y demencial”, el comandante de la Novena Brigada, coronel, Juan Carlos Ramírez anunció que adelanta las acciones pertinentes ante el Comité Internacional de la Cruz Roja, para formular la respectiva denuncia. El pequeño albergue, construido después de múltiples gestiones de la comunidad, quedó reducido a escombros. De la obra, sólo quedó el esqueleto y la estructura deberá ser demolida. Los pocos computadores conseguidos con esfuerzos quedaron destrozados. Los pupitres y el material escolar no resistieron la poderosa bomba. Los menores, las principales víctimas, se quedarán sin clase. El albergue infantil recién inaugurado. En estos cambuches recibían clase 400 alumnos.