La Nación
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A propósito de la idea de trasladar el Cementerio Central

La Nación, Neiva
Los continuos episodios de violencia en Colombia han provocado que nuestra sociedad viva en un constante duelo. Las historias contadas por los abuelos de los abuelos, las letras de canciones viejas y nuevas, desde bambucos de antaño hasta el reguetón de hoy, hacen alusión a la muerte, los pesares y los vacíos que dejan las despedidas definitivas.

Dicen que el ‘arte de contar historias’ y repetirlas cientos de veces permite, no solo mantener el recuerdo vivo de quienes ya no están, sino elaborar un duelo, transformar emociones y sentimientos de pesar e infinita tristeza, por resiliencia, alegría y reconocimiento social.

Sin ahondar mucho sobre la historia de los cementerios y los rituales de despedida, es importante recordar que todas las culturas humanas, en todos los rincones del planeta, sin importar su credo religioso, raza o grupo étnico, han establecido protocolos de despedida a sus seres amados; algunos más elaborados que otros, algunos más ritualizados y “argumentados” que otros, pero siempre buscando reconocer y homenajear a quien murió.

Algunos ejemplos

En el Huila, tenemos una gran riqueza arqueológica: El Cementerio de San Agustín, que con el paso de los años ha tomado el nombre de Parque, como los parques cementerio que se tienen hoy por hoy a las afueras de las ciudades.  Yo me pregunto, ¿conocen los huilenses la historia de San Agustín?, ¿saben el significado de su antiguo nombre: Ullumbe? –no es precisamente un hotel en Pitalito-, ¿saben a cuántos grupos indígenas involucraba este ritual funerario que incluía meses de caminata para dejar los restos mortales de sus difuntos en el Valle de Ullumbe? San Agustín es un cementerio que habla y da testimonio de una sociedad ancestral, sus costumbres, sus riquezas, como habla el Cementerio Central de cualquier capital colombiana.

Barranquilla tiene el Cementerio Universal, primer cementerio laico de Colombia, construido y administrado durante más de cien años por un grupo de masones, de todas las profesiones y vocaciones.

Visitando el Cementerio Universal se entiende que por Barranquilla entró el desarrollo económico del país; allí están ‘las casas’ de los difuntos con lujos y diseños arquitectónicos que hablan de otras culturas. Sitio obligado para los turistas.

El Cementerio Central de Bogotá, en pleno corazón de la ciudad, es un monumento a la historia, a las diferentes épocas, a las manifestaciones de ‘amor y dolor’ representadas en una obra estatutaria que fácilmente podría hacer de él un museo. Existe la Sociedad Amigos del Cementerio Central que se empeñan en restaurar lo dañado, limpiar lo sucio y mantener el patrimonio.

El Cementerio San Pedo de Medellín, más conocido como Cementerio Museo de San Pedro es hoy un sitio turístico en Medellín y centro de eventos conmemorativos a los difuntos.

A la memoria

Los cementerios ya no le pertenecen  a la Iglesia Católica,  el cementerio de los pueblos ya no es de los curas, el cementerio central es de la comunidad.
 
Si el Cementerio Central de Neiva está feo y descuidado, pues consigan una administración que se encargue de ponerlo bonito, que conozca y valore su historia, les recomiendo el artículo Cementerio Central  escrito por Reynel Salas Vargas y a través de él podrán tener referencia de cientos de historias e investigaciones documentadas sobre este recinto sagrado.

Una administración que haga cumplir toda la legislación y requisitos de bioseguridad que se exigen para el sector funerario y cementerios. Una administración que por lo menos esté enterada de las últimas disposiciones y del protagonismo que se le da a los cementerios en la Ley 1408 de 2010 y en el Decreto 303 del 20 de febrero de 2015 que la reglamenta. “Por la cual se rinde homenaje a las víctimas del delito de desaparición forzada y se dictan medidas para su localización e identificación”

El Cementerio Central de Neiva, como todos los cementerios del país, será un santuario de la memoria y memoria histórica, por ley. “El Gobierno Nacional, por intermedio de la Unidad Administrativa Especial para la Atención y Reparación integral a las Víctimas, en coordinación con el Centro de Memoria Histórica, declarará como Santuario de la Memoria el lugar donde se presuma  la existencia de cuerpos de las personas desaparecidas forzadamente, incluyendo los que por sus condiciones geográficas y topográficas resulte imposible realizar exhumaciones…” 

“El Gobierno Nacional, por intermedio de la Unidad Administrativa Especial para la Atención y la Reparación Integral a las Víctimas, en coordinación con el Centro de Memoria Histórica, los familiares de las víctimas y la comunidad, definirán las características del monumento  que se erigirá en honor a las víctimas de desaparición forzada en los lugares declarados como santuarios de la memoria, que tenga como propósito devolver la dignidad a las personas desaparecidas  y promover acciones que cumplan con el deber de recordar”

Contempla el mismo decreto, un capítulo a la conmemoración, a la obligación de impartir cátedra en las escuelas y universidades sobre la historia reciente de Colombia, historia de muerte, historia de desaparición, historia fratricida que lamentablemente que dejado víctimas, cercanas o lejanas, en el cien por ciento de los colombianos, o, ¿quién podrá decir en mi bella Colombia que ha sido ajeno al llanto de la madre de un familiar, amigo, vecino y conocido?.

Y aquí todo está dicho. No soy huilense de nacimiento, soy hija política de Acevedo, viví en Neiva y cada día leo los periódicos regionales para no perder contacto con su cotidianidad, trabajo con el sector funerario colombiano, ejemplo de organización empresarial, modelo de legislación en el mundo –somos el  único país con legislación funeraria propia-,  trabajamos por el rescate de los rituales funerarios y la atención al doliente.

Invito al Concejo Municipal, a la Alcaldía, a los ciudadanos a que conozcan el Museo Cementerio de San Pedro en Medellín –solo por dar un ejemplo-, a qué revisen la legislación que hay al respecto, a que trabajen no solo en poner “bonito y presentable” el cementerio, sino en ofrecer un reconocimiento digno a la memoria de tantos muertos y desaparecidos que hay en nuestro país. Sus familias merecen sanar sus corazones y sentirse parte de esta sociedad.