Salvar el río

Impresionante por su gravedad lo que está pasando con el río Magdalena por la continua, incontenible y tóxica carga de residuos que recibe a su paso por los municipios del Huila y, particularmente, por Neiva y sus habitantes que le arrojamos cada segundo miles de litros cúbicos de toda clase de inmundicias sin ningún tratamiento previo ni posterior. Impresionante por su gravedad lo que está pasando con el río Magdalena por la continua, incontenible y tóxica carga de residuos que recibe a su paso por los municipios del Huila y, particularmente, por Neiva y sus habitantes que le arrojamos cada segundo miles de litros cúbicos de toda clase de inmundicias sin ningún tratamiento previo ni posterior. Y ello ocurre a la vista de todos, en los mismos terrenos de la ciudad y a pocos metros de los límites urbanos que fija el mismo río. La investigación publicado ayer por LA NACIÓN – con todos los detalles visibles y técnicos de esta tragedia ambiental – debe generar no sólo estupefacción, asombro y preocupación sino la inmediata alerta a todos quienes, institucionalmente, tienen que ver con la arteria fluvial más importante del país. Casi desde su nacimiento, el río Magdalena empieza a ser atacado por casi todos los que nos beneficiamos de sus aguas, de sus cañones geográficos, valles y paisajes. Ni uno solo de los territorios que el propio torrente de la patria cruza por el Huila prodigando todas sus virtudes naturales deja de tirarle, sin misericordia  ninguna, cualquier clase de desperdicio en forma líquida o sólida, estimando que el Magdalena es el depósito de todos los desperdicios. Lo que tenemos enfrente es el mayor atentado al presente y futuro de la región misma y de sus habitantes. La indolencia, la indiferencia,  falta absoluta de planeación y displicencia tanto institucional como política han sido las  pautas bajo las cuales se ha manejado este asunto de la mayor importancia, sin considerar esa actitud depredadora de la mayor parte de los habitantes. La inexistencia de plantas de tratamiento de las aguas residuales en las cuatro principales ciudades del Huila, todas depositarias de sus aguas negras al río, es la muestra elocuente de esa desidia histórica. Actualmente 17 de los 37 municipios del Huila cuentan con 24 plantas de tratamiento, lo cual constituye un avance comparado con otras regiones del país. Los municipios de Neiva y Garzón contribuyen a la mayor carga contaminante sin que cuenten en la actualidad con plantas de tratamiento, a pesar de haber suscrito dicho compromiso en los planes de saneamiento y manejo de vertimientos. La gestión integral del riesgo que deben adoptar los municipios y las propias autoridades ambientales deben ajustar a los veraderos requerimientos. Lo mismo ocurre con los planes de manejo de las cuencas. Y lo peor es que el problema no es de falta de recursos, que los hemos tenido a raudales por vía de regalías o se pueden aún conseguir en fuentes nacionales, sino de imprevisión y, sobre todo, de notable despreocupación.  Las tecnologías de tratamiento de estas aguas servidas existen hace decenios en el mundo. Lo  Sí se puede  salvar al río. “Y lo peor es que el problema no es de falta de recursos, que los hemos tenido a raudales por vía de regalías o se pueden aún conseguir en fuentes nacionales, sino de imprevisión y, sobre todo, de notable despreocupación”. EDITORIALITO Una juiciosa revisión del estado de los corredores de competitividad realizó ayer el director del Invías Leonidas Narváez Morales. Ojalá que la inspección sirva para asegurar la terminación de las vías y recuperar la deteriorada red nacional.