La experiencia del primer ministro de Ghana en 1971, Kofi Abrefa Busia, ilustra lo errónea que puede ser la hipótesis de la ignorancia como una forma de poco crecimiento económico en un país. Busia se encontraba frente a una muy fuerte crisis económica desde que llegó al poder en 1969, y al igual que la política del presidente anterior, su planteamiento inicial fue el de seguir con sus devaluadas políticas expansionistas y mantuvo varios controles de precios a través de juntas de comercialización y un tipo de cambio sobrevalorado.
Sus equivocadas decisiones, no obedecían a una “ignorancia ilimitada” o porque creyera que era lo mejor para el desarrollo del país; las eligió porque eran buenas políticas para él y le permitían transferir recursos importantes a grupos políticos poderosos, por ejemplo, en áreas urbanas, a los que debía mantener contentos. Los controles de precios exprimían la agricultura para dar comida barata a los distritos urbanos y generar ingresos para financiar el gasto del gobierno. Dichos controles se hicieron insostenibles. Ghana pronto empezó a sufrir una serie de crisis de la balanza de pagos y escasez de divisas. Frente a estos dilemas, el 27 de diciembre de 1971, Busia firmó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que incluía la devaluación masiva de la moneda.
El F.M.I., el Banco Mundial, y toda la comunidad internacional presionaron a Busia para que implantara las reformas de acuerdo. La consecuencia inmediata de la devaluación de la moneda fueron disturbios y descontento en la totalidad de la población menos favorecida económicamente. Busia implementó una política económica lesiva contra su gente, pero que le aseguraba a él y a su principal circulo político, el apoyo de las mega potencias bancarias para perpetuarse en el poder. Un negocio para nada despreciable.
Tristemente la realidad del país y del departamento encajaría perfectamente con las características presentadas anteriormente. Muy a pesar de que el caso de Ghana data de hacer más de 50 años, la intervención de selectos grupos políticos en las dinámicas públicas de la administración de una comunidad, en busca de conseguir réditos individuales, es una práctica totalmente común hoy en día. Los contratos se siguen brindando a dedo, los pliegos son hechos sobre medida, y las adjudicaciones están siempre viciadas por el soborno y la marrullería.
Una vez seamos capaces de encontrar el feliz sometimiento de las necesidades generales sobre las pretensiones individuales, las políticas públicas requeridas podrán ser puestas finalmente en buena práctica. Muchos hoy en día están pensando en cómo embaucar a la gente con palabras melifluas, aunque francamente, ya poco o nada importan los decires. La mayoría de ellos alcanzarán un cupo en la administración, donde al llegar, buscaran saciar su apetito individual; ayudarán a su sequito más próximo, y se olvidarán, como siempre ha ocurrido, de lo prometido y lo necesitado.
Hace falta menos ambición individual y más proyección general, la integración de toda la comunidad en la dinámica productiva de una región es un veneno que necesitamos nos infecte. Sólo así saldremos avante.