El ‘comandante Jairo’, antiguo jefe de seguridad de la zona de distensión murió en un bombardeo, promoviendo los diálogos de paz.
El insurgente, quien habría regresado recientemente de La Habana (Cuba), como uno de los 30 miembros de la comisión negociadora, cayó entre los 26 guerrilleros abatidos durante un ataque aéreo en Guapi (Cauca).
Pedro Nel Daza Narváez, su verdadero nombre, acababa de cumplir 63 años y esperaba pasar el resto de sus días, en completa paz. Pero no alcanzó. El gigantesco operativo realizado el jueves pasado, lo borró del mapa.
En la ofensiva iniciada el lunes pasado también murieron Román Ruiz y otro de los negociadores de paz, Adán de Jesús Jiménez García (‘Conejo’), tercer comandante del frente 36, que opera en Antioquia y Chocó.
“El resultado de esta orden, ejecutada con uso excesivo de la fuerza, fue una masacre. Murieron 27 guerrilleros, la mayoría por efecto de las bombas, y según testimonio de los sobrevivientes, varios heridos fueron rematados con tiros de gracia por la tropa oficial cuando reclamaban auxilio”, explicó el jefe guerrillero Pastor Alape, uno de los voceros en las negociaciones de paz.
De los 27 muertos, 12 ya fueron plenamente identificados, las mayorías jóvenes, procedentes de Nariño, según lo reportó Medicina Legal.
“En medio del luto que nos embarga, informamos al país y al mundo, que el compañero ‘Jairo Martínez’, integrante de la Delegación de Paz de las Farc-ep en La Habana, quien estaba en misión de pedagogía de paz en dicho frente, se encuentra entre los guerrilleros asesinados”, afirmó ‘Alape’ en un comunicado.
El Instituto Nacional de Medicina Legal desvirtuó esta versión. “Luego de realizados los exámenes médico forenses de necropsia a los 27 cuerpos de los enfrentamientos llevados a cabo en Guapi, Cauca, no fue hallado en ninguno de ellos, ni en sus pertenencias, ni sus prendas de vestir residuos de disparo que sugieran haber recibido impactos de arma fuego a corta distancia”, aseguró la entidad en un comunicado.
“Este hallazgo negativo de residuos de disparo desvirtúa, categóricamente, cualquier supuesto sobre disparos a corta distancia o los llamados "tiros de gracia" sobre los cuerpos”, insistió.
Pedro Nel Daza, con Piedad Córdoba durante la liberación del periodista francés Roméo Langlois.
Semblanza
Daza Narváez, llegó a Pitalito desde muy niño, con su padre, Pedro Daza, uno de los sastres más tradicionales de la localidad. Su familia salió de Planadas (sur del Tolima), desplazadas por la violencia.
El jefe guerrillero nació el 10 de marzo de 1952. En Cuba celebró su último cumpleaños. Luego regresó al país para promover los alcances de los acuerdos de paz. “Esta vez, creía que la paz era posible. En el Caguán, fue escéptico. Pera ahora, veía posible el acuerdo y confiaba en ese sueño”, afirmó un pariente cercano, quien no autorizó la publicación de su nombre.
Siendo estudiante del Colegio Departamental, donde terminó su bachillerato, ingresó a la Juventud Comunista y fue uno de los más activos líderes estudiantiles en la década de los setenta.
Daza Narváez, estudió trabajo social en la Universidad Nacional y se preparó en el exterior. A su regreso ingresó a las Farc.
Luego apareció como el ‘comandante Jairo’, jefe de seguridad de la Zona de Distención, en San Vicente del Caguán (Caquetá) sede los frustrados diálogos de paz.
Pedro Nel Daza se inició desde la base como destacado líder estudiantil. Estuvo en la lucha política como miembro de la Juventud Comunista (Juco) y las luchas de los campesinos sin tierra”, recordó Albeiro Barrero uno de sus compañeros. “En el Colegio Departamental, organizó el consejo estudiantil e impulsó la Unión Regional Estudiantil”, la primera organización de estudiantes de secundaria y estuvo al frente de las luchas del magisterio”, recordó uno de sus maestros, quien pidió reserva.
Al llegar a Cuba en febrero de 2014.
“Era un dirigente nato, organizó a los vendedores ambulantes, estuvo al frente de la vivienda popular en Pitalito. Fue uno de los promotores del barrio Cálamo y organizó las movilizaciones sociales por un nuevo acueducto. También se sumó a la lucha campesina en el sur del Huila”, afirmó Oscar Álvarez otro de sus cercanos dirigentes de la desaparecida Unión Nacional de Oposición (UNO)”.
Era el hijo de Pedro Daza, uno de los sastres más tradicionales de Pitalito. Su hermano Luis Daza, también sastre, fue asesinado por desconocidos cerca de su residencia en un barrio popular de Pitalito. Nunca se conocieron los móviles ni los autores del crimen.
Vida en el monte
Según reportes de inteligencia, el ‘comandante Jairo’ permaneció desde 1992 en el Caquetá, especialmente en el Bajo y Medio Caguán, donde operan los bloques 14 y 15 de las Farc.
Daza Narváez era el cuatro hombre en la estructura del Bloque Sur después de Milton de Jesús Toncel (‘Joaquín Gómez’) y José Benito Cabrera (‘Fabián Ramírez’), integrantes de la mesa de negociación.
‘Jairo Martínez’, al asumir el mando en Caquetá.
El ‘Comandante Jairo’, coordinó la liberación de los miembros del Gaula, Wálter José Lozano Guarnizo, Juan Fernando Galicia Uribe y Alexis Torres Zapata, secuestrados por las Farc en Caquetá. También del soldado Giovanny Domínguez, en Guaviare y del sargento Pablo Emilio Moncayo el 30 de marzo de 2010. Igualmente del periodista francés Roméo Langlois. En esta oportunidad el 30 de mayo de 2012, apareció con la ex senadora Piedad Córdoba en la Unión Peneya, quien actuaba como mediadora.
Rumbo a Cuba
El año pasado, el 27 de febrero, salió desde Cartagena del Chairá (Caquetá) rumbo a La Habana (Cuba) donde se sumó a la mesa de negociaciones. Con Daza, también viajaron ‘Fabián Ramírez’, segundo comandante del Bloque Sur y Fidel Rondón del Frente Oriental. Los tres reemplazaron a Laura Villa, Bernardo Salcedo y Marcela González, quienes regresaron a Colombia. La presencia de los tres jefes guerrilleros despejó dudas sobre la unidad de mando de todos los frentes y su apoyo a los diálogos de paz iniciados en noviembre de 2012.
Daza Narváez, según sus familiares, esperaba regresar a Cuba para la firma de la paz. Pero no alcanzó. El bombardeo contra un campamento en la vereda San Agustín se le atravesó en el camino. “Murió esperando la paz”, repitió un pariente cercano. Ayer su familia se preparaba para reclamar el cadáver.
