El dedo en la llaga Últimamente las noticias de los ataques de las Farc han empañado las noticias del proceso de paz. La gente al parecer mide al presidente Santos en la cantidad de plomo que dé a la guerrilla o que reciba de ésta. Lo que no ven es que los últimos atentados no son más que ataques terroristas que pretenden dos cosas, obligar a un cese al fuego bilateral y mostrar su capacidad de daño para justificar su desmovilización, en el sentido de enseñarle al país que son menos peligrosos en la civilidad que en el monte. Ahora bien, esos ataques siempre han existido durante los diálogos de paz, para mostrarse fuertes, pero además durante los últimos cuarenta años y en especial durante el pasado Gobierno. Lo que quiero decir, es que con Uribe, Santos o Vargas Lleras, la guerrilla siempre hará daño social y humanitario desde la selva, a la población civil o a los miembros de las Fuerzas Armadas. Por eso la importancia de dialogar para terminar esta guerra. Al parecer algunos sectores prefieren echar bala que dialogar, como que es más fácil pensar por odio, venganza o simple crudeza que matando guerrilleros o sus líderes esto se puede acabar. Se puede disminuir o afectar, como lo demostró el expresidente Uribe pero dudo que los puedan aniquilar del todo. El presidente Santos dio tres reglas para negociar. Primera, fuera del país. Segunda, en medio de la guerra y tercera con plazo máximo hasta noviembre. Las tres condiciones se están cumpliendo. Las Farc colocan bombas para mostrarse poderosas y el ejército mata a alias “Jacobo” importante líder de ese grupo. Esa es la dinámica de la guerra que debe terminar, por eso en noviembre, que es la tercera regla, es que esto se debe definir, sino está demostrado que las Fuerzas Armadas, pueden en muchos frentes derrotarlas, lo triste es que las hostilidades no se miden en meses o años, sino en muertos, desplazados y víctimas. Ahora si se llega a dar la desmovilización, reintegración a la vida civil y política, los guerrilleros tienen que acudir a decir la verdad de los secuestrados, desaparecidos y sus víctimas, así como a realizar actos de reparación simbólica y real como ofrecer perdón, entregar información veraz sobre sus delitos, de lo contrario corren el riesgo de que la Corte Penal Internacional no avale este acuerdo de paz.