Zoy. Por Ramiro Adolfo Muñoz

Zoy es mi perrita schnauzer, a la que mucho queremos porque hace parte ya de la familia, pero a pesar de ser un animal también educa al hombre. A veces pensamos los humanos que por nuestro propia condición de pretender gobernar el mundo nos la sabemos todas, e ignoramos que la naturaleza es aún mucho más sabia que nosotros porque al fin y al cabo un ser superior trazó esas pinceladas de lo que somos y todo lo que nos rodea, incluidos los animales. Zoy llegó cachorrita a nuestra casa.  De mi parte con poca bienvenida porque sus antecesores, de otras razas, me habían destruido parte de valiosos libros.  Fue creciendo, y llegando a la adultez a alguien se le ocurrió conseguirle un “novio” pasajero.  Y fue así como empezó su preñez normal y al poco tiempo alumbró nueve cachorritos, toda una aldea perruna. Empezó Zoy a asumir su papel de mamá, sin ni siquiera haber recibido capacitación alguna, sin recordar incluso quien fue su mamá de quien hubiera podido aprender cómo formar a sus cachorros. Periódicamente Zoy se acostaba,  en un sitio que se acondicionó como cama, para que los aún cegatones cachorros a través quizás del olor tomaran leche de sus teticas. Así pasaron los días y los cachorros fueron tomando forma, abrieron sus ojos y con su caminar tambaleante empezaban a reconocer el mundo.   Sin embargo, uno de los cachorros al que llamamos Rufo no subía de peso tan rápido como sus ocho hermanos y se le dificultaba amamantarse.  Y nos pareció normal esta situación.  Pero Zoy no lo consideraba así y en algún momento empezó a tomar actitud protectora con este pequeño; después de darles leche a sus cachorros, tomaba al cachorro Rufo en su hocico lo llevaba debajo de una cama y le daba de una forma exclusiva solo a él el preciado líquido lactoso. Había que verlo para creerlo.  Una mamá abogando por su hijo más desnutrido.  Esos genes perrunos llevan también una alta consideración sobre la vida y lo dejan a uno perplejo; en medio de tantos males de nuestra sociedad, un ejemplo de estos debería llevarnos a tocar las fibras más sensibles del corazón y la mente; tanta violencia, desamparo e injusticia que vemos por doquier y he aquí un ejemplo solidario de una madre con sentimientos de cariño y afecto. Gracias Zoy por enseñarnos a ser mejores.

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