Nadie puede negar el avance tecnológico del nuevo milenio. Pese a ello las relaciones afectivas están pasando por profundas transformaciones y el concepto del Amor también ha sufrido cambios que han marcado las relaciones humanas. Hoy día las relaciones afectivas se enmarcan en la individualidad e independencia. Aquel amor romántico que parte de la premisa, de que somos una parte y necesitamos encontrar nuestra otra mitad para sentirnos completos, tiende a desaparecer, dando origen a un proceso de despersonalización y soledad. El hombre ha trasladado el amor auténtico por el amor de conveniencia, de necesidad, de deseo. Lo erótico y la atracción hacia las nuevas tecnologías ha convertido al hombre en un instrumento de producción, limitando su humanidad, apartándolo de sí mismo y de quienes le rodean. La soledad del hombre actual avanza rápidamente, entre la sorda y ciega multitud, que vive, agoniza y muere entre la indiferencia de la muchedumbre que no ve, oye ni escucha. Convirtiéndose tan solo en un objeto que ocupa un espacio en el planeta. Si alguien va riendo nadie se entera, si va llorando nadie se da cuenta, si sufre a nadie le importa, si lo lastiman nadie lo defiende. Nuestra sociedad cuenta con una cantidad representativa de divorciados, viudos, solteros o sin pareja y al margen de cualquier situación sentimental, muchos de estos hombres y mujeres, se sienten cada vez más solos, conllevando a ciertos riesgos y peligros. Lo anterior no significa que la soledad sea mala, estar solo no es vergonzoso, por el contrario, evita las relaciones de dominación, permite establecer un diálogo interno, descubrir la fuerza personal, comprender más las diferencias y la forma de ser de sí mismo y de los demás. La soledad es un derecho que toda persona tiene, sin embargo nuestra sociedad debería preocuparse más por aquellas personas que se ven tristes, abatidas y sin compañía, para que encuentran una voz amiga que les permita desahogarse y hacerles sentir que alguien se preocupe realmente por sus problemas. La sociedad y las nuevas tecnologías, no deben convertirse en escenarios competitivos, que impidan la expresión del afecto, la ayuda y solidaridad entre las personas, mucho menos convertirse en medios que motiven e incentiven la soledad del hombre actual.