Julian Vanegas – López Psicólogo. Docente USCO Mientras en el mundo se ha puesto de moda debatir sobre las nefastas secuelas de la relación irresponsable del ser humano con la naturaleza, en Colombia hacemos lo propio con temas como: turismo ecológico, que en muchos casos se da para el beneficio de unos pocos particulares, la locomotora (aplanadora) minera, represas e hidroeléctricas “progresista”, que otros países tienen totalmente prohibidas y, un paro cafetero que evidencia la forma como un enorme fragmento de la población depende para su subsistencia del cultivo y comercialización de este producto natural. En medio de este particular asunto, se dedica poco tiempo para hacer una reflexión desde la FILOECOSOFIA, que es un neologismo propuesto por Xesus Trincado Rodriguez (2012), y que es un escenario para la discusión sobre la relación del ser humano con la naturaleza, basado en el principio de responsabilidad de Hans Jonas (1903-1993). Esa llamada FILOECOSOFIA, hace converger el discurso de la filosofía con el de la ecología, considera que en la era de una civilización dominada por la técnica, el primer deber del comportamiento humano es con el futuro del hombre mismo. Jonas hace referencia a que también existe una ética para que medie la relación con la naturaleza extrahumana, aclara que usualmente los criterios éticos y morales han sido referidos para determinar las relaciones entre seres humanos, y no para las especies o cosas que están fuera de ello, como los animales y los demás recursos dela naturaleza. Para él, también existe una ética con la naturaleza, pues ella alberga valores, quien afirma: “Esto implicaría que habría de buscarse no sólo el bien humano, sino también de las cosas extrahumanas, esto es, implicaría ampliar el reconocimiento de “fines en sí mismos” más allá de la esfera humana e incorporar al concepto de bien humano el cuidado de ellos”. El mismo Jonas aporta la idea de una comunidad única para el destino del hombre y de la naturaleza, comunidad que sólo recientemente se descubrió en peligro y que nos hace reconocer la propia dignidad de la naturaleza, convocándonos a preservarla, en un sentido mucho más allá del puramente utilitario. Hoy, sin embargo, se ve claramente que el extraordinario éxito de la tecnociencia, nos muestra que tuvimos una breve fiesta de riqueza, y volvemos aceleradamente a la crónica pobreza diaria o, sobre todo, a la amenaza de estar entrando en una catástrofe de enormes proporciones para la naturaleza, y por consecuencia, para la humanidad. Una formación ética de responsabilidad con la naturaleza nos permitirá ser sensibles al saqueo cada vez más brutal de las reservas del planeta que nos ha hecho escuchar los primeros balbuceos de la naturaleza que se niega a dar más de sí misma.