Más allá de la parafernalia mercantilista de una festividad como la que nos evoca hoy en todo el país, se encuentra un sentido de lo que se celebra que parece retraerse en la lejanía de lo cotidiano. ¿Qué pensar sobre la mujer hoy sumergida en una sociedad en la que por tradición ha intentado relegarla a una negación? Pensar sobre la mujer es sinónimo de pensar sobre la humanidad. Antes de sumergirnos en especulaciones sobre qué hubiese pasado si una mujer hubiera escrito el génesis, o que Dios en lugar de enviarnos a su hijo nos hubiera enviado a su hija entre otros casos, es necesario crear las posibilidades de que la mujer se abre paso en medio de un espeso bosque de negación machista, en búsqueda de una afirmación. Simone de Beauvoir, filósofa francesa, escribió un libro titulado “el segundo sexo”. En él sostiene que la mujer no nace, sino que es el resultado de un proyecto en realización. De ahí que una mujer es el perfeccionamiento de la feminidad. Se nace femenina, pero se hace mujer. Una clara influencia existencialista donde revela que el papel del contexto cultural es determinante en la configuración de una identidad. En el caso nuestro, este pensamiento tendría validez siempre y cuando los hombres entendiéramos que, del mismo modo, nacemos varones y por lo tanto, la hombría la construiremos en cada acto de elección; somos y seremos un proyecto inacabado y mientras tengamos conciencia de ello, nuestra vida gravitará en torno a su realización, es decir que existiríamos para hacernos hombres y mujeres. ¿Cuál es el problema, entonces? Primero, hay un fundamento religioso que parece legitimar la supremacía del hombre en relación con la mujer, y es precisamente la influencia semita de la que hemos sido herederos, no solo por evangelización, sino por dominación. Segundo, el sentido de la conmemoración se ha diluido en el manejo del marketing y del comercio, creando una sombra que obnubila la comprensión real del asunto. Si recordamos las razones históricas por las que muchas mujeres hoy reciben detalles, confites y flores, la interpretación de este día pudiera ser otro. Si revisáramos la participación de la mujer en la confección de la historia de la humanidad otro seria el enfoque. Recordemos que la muerte de aquel centenar de mujeres en Nueva York fue el resultado de una negación; negación de unas condiciones dignas para trabajar. Hoy, en Colombia, el sometimiento y dominación de la mujer en el actual sistema social se viene tomando como un propulsor para lo que hoy se le conoce como empoderamiento de la mujer. No se trata de una sublevación acrítica y visceral momentánea. Se trata de una respuesta diacrónica a lo que hoy exige la historia. “Detrás de un gran hombre hay una gran mujer”. Hoy esto ha cambiado. Las grandes mujeres muchas veces no están detrás ni delante de ningún hombre, pues no lo tiene o, en opinión de algunas, no lo necesita. Lo ideal sería que al lado de un gran hombre estuviera una gran mujer, en donde la grandeza del uno y del otro fuera el fruto de su mutuo trabajo, hombro a hombro.