Con enorme sorpresa, considerando que no estaba en las listas de favoritos elaboradas por los “vaticanólogos”, fue recibida la elección del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio como el Papa número 266 de la Iglesia Católica en una decisión que sin duda ninguna envía un enorme mensaje de valor para esta parte del mundo que acoge a más de 400 millones de fieles de la iglesia de Pedro. Con enorme sorpresa, considerando que no estaba en las listas de favoritos elaboradas por los “vaticanólogos”, fue recibida la elección del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio como el Papa número 266 de la Iglesia Católica en una decisión que sin duda ninguna envía un enorme mensaje de valor para esta parte del mundo que acoge a más de 400 millones de fieles de la iglesia de Pedro. Igualmente, se percibe como el reconocimiento de que la Santa Sede requiere fortalecer su presencia en el mundo hispano hablante, de que es urgente revitalizar las misiones de evangelización que llevan décadas sin movimiento ninguno y de que el planeta de la iglesia de Jesucristo se expande mucho más allá de Roma, Italia y Europa, de donde ha salido la inmensa mayoría de pontífices de la historia. Y por supuesto que hay júbilo en las parroquias de Latinoamérica, desde México hasta La Patagonia. Tiene así el Papa Francisco I una notable condición de símbolo, homenaje, mensaje directo y reconocimiento al papel de los latinoamericanos en la vigencia de las enseñanzas del Nuevo Testamento y de la estructura misma de la Iglesia de Roma. Y han elegido los cardenales a un colega con una especial condición de humildad, desprendimiento de lo material, alto nivel intelectual y vida casi monacal, lo cual le da cierto aire de gran carisma como el que tuvieron en su momento Pablo VI y Juan Pablo II, de grata recordación ambos para los colombianos por sus visitas al suelo nacional. Bergoglio es a partir de hoy Francisco I en alusión a san Francisco Javier Francisco de Javier, aquel relevante misionero jesuita, miembro del grupo precursor de la Compañía de Jesús y estrecho colaborador de su fundador, Ignacio de Loyola, quien se destacó por sus misiones que se desarrollaron en el oriente asiático y en el Japón y recibió el nombre de Apóstol de las Indias. Y también al San Francisco de Asís, el adalid de los pobres. La escogencia de su nombre papal aumenta considerablemente su carisma y acogimiento ante sus fieles, más de mil millones de personas en todo el mundo, que le han recibido con notable alborozo, aunque inicialmente hubo cierta conmoción porque las apuestas – asunto terrenal y banal que se inmiscuyó en esta mediática elección – no lo incluían en las quinielas principales. Ya está el nuevo Papa, que asume en medio de una inusual condición puesto que – como régimen democrático – liderará con su antecesor vivo y la enorme expectativa de corresponder a retos sin igual en un mundo complejo, caótico, conflictivo e inmerso en grave disminución de la moral y la ética en la que la misma Iglesia, a través de desviados pastores, también ha puesto su cuota negativa. Habemus Papam latinoamericano. “Tiene así el Papa Francisco I una notable condición de símbolo, homenaje, mensaje directo y reconocimiento al papel de los latinoamericanos en la vigencia de las enseñanzas del Nuevo Testamento”. Editorialito Está bien la advertencia del gobierno no de permitir nuevos bloqueos de vías ante las protestas que anuncian varios sectores. Pero otra cosa piensan sus promotores con quienes se deben explorar fórmulas para atender sus reclamaciones. De lo contrario, las causas seguirán alimentando las protestas.