La historia nos enseña que Colombia ha sido escenario de violencia y de repugnantes crímenes, como el conocido en su tiempo bajo el título de “el caso de la maleta macabra”. Los hechos ocurrieron en la ciudad de Cali, el 11 de noviembre de 1947. En esa tarde el señor Luis Carlos Victoria, dueño de un taller de carpintería, estuvo presenciando un partido de fútbol y, hacia las 7 de la noche, regresó a su casa en estado de alicoramiento, pero le disgustó la inoportuna presencia allí de un trabajador de apellido Rodríguez, quien visitaba a su concubina Lilian, oriunda de El Ecuador. El maestro Victoria, motivado por los celos, montó en cólera, tomó por los cabellos a su compañera y le dio una golpiza, lo que hizo reaccionar al trabajador para propinarle a su patrón un martillazo a la altura del parietal derecho, ocasionándole su inmediato deceso. Ante la gravedad de los acontecimientos, Lilian y Rodríguez, quienes habían comenzado un romance pocos días antes, procedieron a descuartizar al carpintero Victoria, para ocultar partes de su cuerpo en varios lugares de la ciudad, pero dejando las extremidades superiores dentro de una maleta de cuero, ajustada con correas, la cual colocaron en un coche del tren que salió de Cali con destino a Zarzal. Por el olor nauseabundo y las gotas de sangre que de ella caían, varios pasajeros le dieron información a un jefe de estación, quien solicitó de las autoridades judiciales la iniciación de una inmediata investigación. Practicada la necrodactilia, se constató que las huellas digitales correspondían a Luis Carlos Victoria, residente en la capital del Valle, a cuya casa y taller de carpintería se dirigieron los investigadores. Ante las confusas explicaciones de la ecuatoriana concubina del occiso, fue detenido con ella el carpintero Rodríguez. Luego de varios interrogatorios, los autores del homicidio confesaron detalladamente como fue que lo perpetraron y en qué lugares habían ocultado sus restos. Las páginas rojas de los principales diarios de Colombia se llenaron con las cuartillas de los cronistas judiciales, quienes convirtieron estos trágicos acontecimientos en un verdadero espectáculo. Las ediciones se agotaban rápidamente, pues los ávidos lectores querían saber más y más de cada parte del expediente de “la maleta macabra”. Pasado un tiempo, obviamente, con las confesiones y las demás pruebas recogidas, el proceso culminó con sentencia condenatoria para los sanguinarios cómplices. Para muchos morbosos lectores estos episodios constituyeron una verdadera novela policíaca.