Creo que la idea generalizada entre los colombianos acerca del Huila, de los que lo conocen y de los que no, se trata de la de una región más rica y próspera que el promedio de las provincias del país. Y tienen razón, pero hay que hacer algunas precisiones. La primera es recordar que en general las regiones de Colombia no son ricas ni sus poblaciones disfrutan de una calidad de vida notable. Las condiciones sanitarias de las zonas rurales y de los poblados medianos o pequeños no han dejado de ser precarias. La situación de seguridad, todos lo saben, no es sencilla. Y las oportunidades de mejorar en esos ambientes la riqueza y elevar los conocimientos no son muchas. De hecho, los negocios son comunes y corrientes y están limitados por mercados estrechos, bastante competidos. La verdad es que en la provincia colombiana la existencia discurre así, con algunas desmejoras y ciertos avances, sin contar los casos en los que la violencia desquició la vida o hizo borrón. Y si desde esa cotidianidad se miran los adelantos del mundo desarrollado y las oportunidades que le ofrecen a la humanidad, en parte extendidas apenas a algunos grupos de habitantes de las grandes ciudades colombianas, se concluye que entre vivir en esos centros y vivir en el margen hay una diferencia enorme. Volviendo entonces los ojos sobre el Huila, se debe reconocer que es una región aventajada sobre muchas otras del país. Pero su desarrollo no fue fluido a lo largo de estas décadas. La calidad de vida se ha degradado en cuanto creció el número de habitantes y se concentraron en las cabeceras municipales sin que creciera la economía, sin que se diversificara y sin que se modernizara. Y la mayoría de los recursos humanos que se formaron a plenitud y se destacaron emigraron casi todos fuera del departamento. Para comenzar una nueva jornada de progreso, en demostración de lo que somos capaces de hacer para modernizarnos y acoplarnos a los tiempos y circunstancias, urge estrechar más que nunca las solidaridades, apostarle a la unidad y agudizar la imaginación colectiva para desplegar energías de toda índole, que son más potentes cuando comprendemos que navegamos por la vida en la misma barca, unas veces entre tempestades, otras por entre mares tranquilos, pero que no importa ni lo uno ni lo otro si estamos unidos, trabajando sobre la misión que compartimos por razones que superan incluso nuestra propia voluntad. A eso es a lo que debemos invitar. Twitter:@sergioyounes