Alfred Nobel fue el creador de la dinamita (TNT). Arrepentido por haber legado a la humanidad semejante “juguete” y con el propósito de resarcir esta inventiva redactó su testamento en 1895. Literalmente expresa que “La totalidad de lo que queda de mi fortuna (estimada en 9 millones de dólares para entonces) quedará dispuesta del modo siguiente: con el capital, invertido en valores seguros por mis testamentarios se constituirá un fondo cuyos intereses serán distribuidos cada año en forma de premios entre aquellos que durante el año precedente hayan realizado el mayor beneficio a la humanidad…”, etc. Desde entonces, anualmente, se distingue a los mejores con el Premio Nobel en distintos campos de las ciencias, la literatura y la pacificación del mundo. Cada laureado recibe medalla de oro, diploma y una importante cantidad de dinero. La millonaria suma que se entrega a los galardonados es el producto de una exitosa estrategia financiera calculada por el genio e inspirada en la inversión en bienes raíces. América Latina sólo ha recibido 16 Nobel desde entonces, la mayoría de ellos en Literatura y Paz. En Literatura son 6: Vargas llosa, Gabriela Mistral, Miguel Asturias; Neruda, Octavio Paz (2) y García Márquez. En la Paz, un poco menos, se han otorgado a personas que dedican su vida a buscar la fraternidad entre las naciones, la abolición o la reducción de los ejércitos existentes, y a la celebración y promoción de procesos de paz: En esto han sido resaltados Carlos Saavedra en 1936 y Adolfo Pérez Esquivel en 1980. Se espera que el Presidente Santos lo sea en octubre pues está postulado al Nobel de Paz como reconocimiento a su tenaz campaña por la Pacificación en Colombia con efectos latinoamericanos. Adenda: El Premio que será entregado en Oslo este año (Noruega) se comparte con Bill Clinton y la pacifista Pakistaní Malala Yousufzai, entre otros. Trascendió que años anteriores igualmente fueran nominadas Piedad Córdoba e Ingrid Betancourt, suceso que nos remite a señales positivas y optimistas enviadas al resto mundo, pues no todo debe ser muerte, frustración y desolación en Colombia. Los esfuerzos que realiza el gobierno por reconstruir el país deben ser oídos, acatados y premiados.