Exceptuando a los cinco municipios de la zona de despeje que se convirtieron en “repúblicas independientes” por decreto, ninguna otra región del país padeció, y sigue padeciendo, las gravosas consecuencias del malhadado proceso de paz durante el gobierno Pastrana como el departamento del Huila. Exceptuando a los cinco municipios de la zona de despeje que se convirtieron en “repúblicas independientes” por decreto, ninguna otra región del país padeció, y sigue padeciendo, las gravosas consecuencias del malhadado proceso de paz durante el gobierno Pastrana como el departamento del Huila. Diez años después de su inevitable quiebre, por obra y gracia del más espectacular y retador acto terrorista – el secuestro del senador Géchem tras obligar al aterrizaje del avión de Aires en una carretera – esta región aún no supera los enormes perjuicios económicos, sociales y políticos derivados de nuestra vecindad a la zona de distensión. Los tres años y cuatro meses de dominio, señorío, control y abusos de las Farc, desde cuando el presidente Pastrana les otorgó el área de 42.000 kilómetros cuadrados, se irrigaron como una metástasis de cáncer sobre las tierras huilenses y le generaron tal daño que no es exagerado afirmar que nuestro desarrollo se atrasó más de una década. Los coletazos del Caguán no han desaparecido ni se han disipado sobre los horizontes caqueteño y opita, lo que de paso es una evidencia de que, pese al enorme Plan Colombia, al establecimiento de batallones de montaña, al incremento de pie de fuerza, a las ya rutinarias cumbres de seguridad y a la permanente visita de los presidentes Uribe y Santos a Neiva, Florencia, San Vicente, Pitalito y otros municipios… pese a todo ello el perjuicio sigue sin ser reparado por el Estado. La factura más alta del despeje fue y es pagada por los habitantes de Huila y Caquetá, con consecuencias irreparables. La deuda social para mitigar estos efectos sigue latente. En esta fecha no sobra recordar las más relevantes tragedias y consecuencias de la vecindad huilense con el terrorismo: ataques sistemáticos y destrucción en pueblos como Hobo, Gigante, Santa María, Colombia, Vegalarga; incremento de secuestros incluyendo los impactantes del edificio Miraflores, los de tres congresistas; el desplazamiento forzado de miles de campesinos; la desbandada de empresarios y de las mismas empresas acosadas por la extorsión, el homicidio de concejales, alcaldes y periodistas. Y de contera, el altísimo golpe de imagen negativa que aún persigue a la región ante el país. El país, el Gobierno, el Estado en general tienen una enorme deuda con Huila y Caquetá; el peso histórico de los dos departamentos nunca ha sido apreciado en su real y trascendental dimensión, incluso desde la época de la bonanza del caucho o más acá cuando estos territorios fueron la punta de lanza en el conflicto con Perú. La factura sigue en mora. “La factura más alta del despeje fue y es pagada por los habitantes de Huila y Caquetá, con consecuencias irreparables. La deuda social para mitigar estos efectos sigue latente”. EDITORIALITO Las alzas desmesuradas en el impuesto predial en Neiva, denunciado por ciudadanos de todos los estratos, así como los constructores, no deben pasar inadvertidas. La Secretaría de Hacienda, debe atender las reclamaciones y de comprobarse las inconsistencias en la actualización catastral, debe corregirlas. Pasar de agache o subestimar las denuncias, es un acto de erróneo autoritarismo.