Una mirada a la historia, a propósito de la carta pastoral de monseñor Fray Fabio Duque, obispo diocesano de Garzón. Una mirada a la historia, a propósito de la carta pastoral de monseñor Fray Fabio Duque, obispo diocesano de Garzón. Reynel Salas Vargas Especial LA NACIÓN En las primeras décadas del siglo XX el partido conservador, que gobernó al país de manera hegemónica durante treinta años, estaba dividido en dos vertientes. Unos eran los Históricos, y se caracterizaban por aceptar la existencia del partido liberal derrotado en la Guerra de Los Mil Días, con cuyos dirigentes establecían alianzas políticas, y a cuyos militantes les daban la oportunidad de ocupar algunos cargos públicos. Los Leiva en el norte del Huila y los Arboleda en el sur, fueron algunos de sus dirigentes. El otro sector conservador fue conocido con el nombre de los Nacionalistas. Encabezado por Monseñor Esteban Rojas Tobar, obispo de la Diócesis de Garzón, y por Arcadio Charry y Alejandro Villoria, consideraba a los liberales enemigos naturales del partido y de la religión católica, a tal punto que era impensable cualquier acercamiento. En consecuencia, los Nacionalistas tenían al frente suyo dos enemigos: a sus correligionarios los conservadores históricos y a los liberales[1]. En este ambiente, José Eustasio Rivera, quien como inspector de educación había expresado algunas ideas pedagógicas que reñían con las profesadas por Rojas Tobar, en la práctica director de educación en el Huila, vivió su primera experiencia política que terminó en derrota, a pesar de que heredaba el prestigio de sus parientes y líderes conservadores, los generales Olegario y Toribio Rivera. Así narra los acontecimientos Isaías Peña Gutiérrez, quien reconoce en Rivera un profundo compromiso social y político: “Por eso, cuando en abril de 1917 le ofrecieron desde Neiva una curul en la Cámara de Representantes, él aceptó sin pensarlo mucho. Pero, pronto un telegrama dio al traste con esa oportunidad. Lo firmaba el Obispo de Garzón, Monseñor Esteban Rojas y decía ‘Señores doctores José Ignacio Fernández, presente; doctor José Eustasio Rivera, Neiva; general don Alejandro Villoria, Neiva. Con la mira de obtener completa unión en los católicos, suplico a ustedes me digan si estarían dispuestos a renunciar sus candidaturas para representantes, con ese mismo fin. Esperando una pronta respuesta, me repito Afmo., ESTEBAN, Obispo.’ “A los pocos días, desencantado, Rivera viajó a Bogotá y contestó con este telegrama: ‘Bogotá, 2 de mayo de 1917. Ilustrísimo Obispo Garzón. Candidatura a que se refiere su telegrama del 27 de abril ofreciéronmela espontáneamente. Acepto lo que la junta popular resuelva. No creo producir discordia entre católicos, pues también lo soy. Atento servidor RIVERA.’ “Cuenta Félix Dussán Vargas que Rivera había dicho para resumir gráficamente su derrota: -Me barrieron de un sotanazo.”[2] El caso de Rivera, quien finalmente llegó a ser Representante a la Cámara en 1923, no fue ni ha sido el único. Las intervenciones de los señores obispos de la Diócesis de Garzón fueron frecuentes en la historia política del Huila durante el siglo pasado. Animados por un estricto celo apostólico hallaban en el comportamiento de los ciudadanos muchos motivos para intervenir. Gracias a ello, lograban que un candidato no fuera elegido o renunciara a su aspiración, o que un posible empleado público no fuese nombrado en un cargo de alguna significación. Una de las razones que más veces motivó la intervención del prelado diocesano y de los señores párrocos fue la del estado civil de los hombres públicos, políticos o empleados. En virtud de esta circunstancia, muchos destacados servidores en los diversos niveles, tanto local como departamental, vieron frustradas sus aspiraciones de llegar a una corporación pública o al puesto de alcalde, juez o maestro. Empero, con el correr del tiempo los representantes de la iglesia fueron morigerando su actitud, hasta el punto de no considerar inconveniente que un ciudadano que vivía en unión libre ocupase un cargo de elección popular, como ocurrió con la gobernación del Huila en repetidas ocasiones durante la primera década del presente siglo. Y a fe que el estado civil de los elegidos no fue óbice para que una vez posesionados ayudaran generosamente a las parroquias a reconstruir varios de sus templos, algunos de ellos de poco valor histórico y patrimonial.
Monseñor Esteban Rojas. Foto archivo
[1] Cf. SALAS VARGAS, Reynel. El proceso político durante el siglo XX. Historia General del Huila. Academia Huilense de Historia. Tomo II. Neiva. 1995. P. 167 y ss. [2] PEÑA GUTIERREZ, Isaías. Breve historia de José Eustasio Rivera. Cooperativa editorial MAGISTERIO. Segunda edición. Bogotá. 1988. P. 23