Duerme en medio de herramientas y equipos de soldadura en un reducido apartamento que a la vez le sirve como taller sobre la Calle 14 con Carrera 2 de Neiva.
Omar Suarez Díaz de 61 años de edad, es antioqueño, pero los más de 40 años que lleva viviendo en el Huila lo hacen sentirse más opita que cualquier otro. Nació en Puerto Perales, criado en Puerto Boyacá donde vivió hasta los 16. De ahí se fue con su familia para Bogotá y 11 años más tarde conoció la capital huilense y aquí se quedó.
“Mi papá se vino para Neiva con mis hermanos, y yo vine para un san pedro y resulté quedándome aquí, conseguí mujer y mis tres hijos son huilenses”, narra sentado en su silla de ruedas.
La implacable enfermedad de la diabetes, le arrebató hace algunos años sus dos piernas. Sin embargo esto no fue excusa para que dejara de hacer lo que más le gusta, la soldadura, labor que además le permite ganarse el sustento diario.
“Yo reparo, reconstruyo, hago cosas nuevas, adapto. Cuando tenía las piernas fabricaba grúas, carromachos, alargaba chasis, arreglaba los tráiler de las mulas, pero en lo que más yo me desempeñaba era en la soldadura. Trabajé con una compañía petrolera que nunca nos pagó seguridad social y por eso no tenemos jubilación, la empresa quebró y nos dejaron a todos en la calle, ahí quedaron los 13 años de trabajo que le dediqué”, asegura don Omar mientras se toma a sorbos un café y se fuma un cigarrillo.
Sus hijos, ya adultos, están pendientes de él, incluso el menor de ellos le ayuda en su trabajo, “mis hijos viven acá a la vuelta, ellos me traen el almuerzo, desayuno con ellos”.
Le amputaron las piernas, no la voluntad
A Omar le diagnosticaron la diabetes de las extremidades hace 9 años. “Eso fue una cosa muy rápida, durante todo el tiempo que yo trabajé con la compañía nos realizaban los exámenes médicos riguroso cada seis meses y nunca me salió diabetes. Surgió y se ensañó con mis extremidades, me taponó las arterias y se me murieron las piernas, tuvieron que cortármelas”.
La primera pierna se la cortaron hace 8 años y 3 años después la otra. “En esta me hicieron dos amputaciones, primero una abajo de la rodilla pero como a los 20 días no sirvió, les tocó amputármela más arriba. Con la otra, le dije al médico que me la cortara de una vez arriba de la rodilla, no aguantaba el bolsillo porque yo era nivel 2 y cada amputación me costaba casi $900 mil pesos y yo de adónde, sin trabajo, entonces tenía por ahí unas chichiguas con la última empresa donde trabajé, las retiré y con eso pagué las amputaciones”, comenta el soldador de manera pausada, como haciendo un repaso visual en su memoria.
Además de las piernas, la diabetes también le afectó vista. “Fue un vuelco total, inicialmente cuando esta enfermedad se me manifestó quedé ciego a los tres meses, andaba del brazo de mi hijo, él me llevaba al médico, duré más de 1 año así ciego, ya después en el hospital me hicieron una operación y me dejaron una vista bien y como al año me operaron la otra, eso fue algo muy demorado esos servicios”.
Ha sido su lema que el trabajo no le ha de faltar. “Siempre donde he estado les ha gustado mi trabajo, es la única razón que tengo junto con mis hijos para vivir. El trabajo es el que me da animo a sobrepasar las cosas, a tener una convivencia con la enfermedad, tiene uno que aprender a convivir con ella de lo contrario se jodió, se va uno pa’l hueco”, afirma Omar.
Por eso se levanta desde muy temprano a acompañar a la madre de sus hijos en la venta informal que tiene en la esquina de la 14. “Ella vende jugo de naranja, empanaditas, buñuelos, tinto, chocolate, café en leche, entonces yo me levanto a las 4:30, me baño y la espero que ella llega por ahí faltando 15 para las 5:00, saca el carrito y nos vamos para allá a vender y por ahí a las 7:00 de la mañana si tengo trabajos urgentes entonces me voy a atender mi trabajo en el taller”.
Para él la soldadura es rentable, pero no es mucho el dinero que gana en ese oficio, pues asegura que no puede moverse con la misma agilidad que los demás y tarda más de lo usual. Contrario piensan quienes a diario lo vemos con la careta y los guantes puestos, soldando con una gran destreza en sus brazos.
“La gente que pasa por aquí me ve trabajando y dice le voy a traer una mesa para que la arregle, unos asadores, son trabajos pequeños, no me comprometo mucho con trabajos grandes para ahorrarme el pago a un ayudante y que me quede algo de ganancia. Busco sobre todo la manera de mantenerme ocupado, la gente me ocupa y eso se los agradezco”, expresa Omar.
Un Estado que no lo reconoce
Omar dice orarle a Dios todas las noches aunque admite que no le gusta ir a una iglesia, además de la incomodidad que le causa cuando le resultan ganas de ir a un baño, por no escucharle hablar “tanta caspa” al padre.
La silla de ruedas que actualmente usa se la regaló hace 1 año medio un tío que vive en estados Unidos. “Tenía una prestada y cada nada me la pedían, entonces llamé a mi tío, le comenté de lo necesitado que estaba de una silla y como a la semana me la envió, aquí llegó a Neiva la silla”.
Dice Omar que desde hace tres años viene buscando una ayuda del Programa Adulto Mayor, pero no ha sido posible que lo incluyan. “Nunca he recibido del Estado nada, esos auxilios se los dan es a los políticos para que metan a los de la rosca de ellos, he ido a dejar papeles y no me incluyen en ese programa”.
Este hombre, quien manifiesta que continuará trabajando mientras su voluntad se lo permita, es ejemplo para muchos jóvenes que teniendo su cuerpo completo se dejan llevar por el mundo de la delincuencia como camino para obtener con facilidad lo que quieren.
¿A qué se enfrenta con la diabetes?
La diabetes es una afección crónica que se desencadena cuando el organismo pierde su capacidad de producir suficiente insulina o de utilizarla con eficacia. La insulina es una hormona que se fabrica en el páncreas y que permite que la glucosa de los alimentos pase a las células del organismo, en donde se convierte en energía para que funcionen los músculos y los tejidos. Como resultado, una persona con diabetes no absorbe la glucosa adecuadamente, de modo que ésta queda circulando en la sangre (hiperglucemia) y dañando los tejidos con el paso del tiempo. Este deterioro causa complicaciones para la salud potencialmente letales. Hay tres tipos principales de diabetes: tipo 1, tipo 2 y mellitus gestacional (DMG). La diabetes en Colombia es la principal causa de amputación de extremidades inferiores, por encima de las minas antipersonas. Causa más muertes que el SIDA y el cáncer juntos. Se calcula que en Colombia unos 4 millones de personas conviven con diabetes tipo 2 y no lo saben, y de lo que ya saben un buen número está mal controlado. Las altas cifras son consecuencia del estilo de vida poco sano, aumento de peso, mala alimentación, sedentarismo.
Quienes la padecen están en alto riesgo de sufrir ataques cardiacos, trombosis y derrames cerebrales, daños irreversibles en ojos, riñones y amputaciones por problemas de circulación en las piernas. Según estadísticas de la Federación Internacional de Diabetes, cada 30 segundos se produce en algún lugar del mundo una amputación a causa de la diabetes.
El antioqueño se coloca careta y guantes y se pone manos a la obra.