En los últimos días, el Gobierno Nacional ha anunciado a los medios con entusiasmo los resultados obtenidos en la reducción de la pobreza. Las cifras publicadas por el Dane muestran que a través de las dos mediciones que se tienen en Colombia, por Ingreso monetario y por Índice de Pobreza Multidimensional -IPM-, la pobreza en el país pasó del 34,1% de la población colombiana al 32,7%, dos puntos porcentuales que coinciden con las metas trazadas por la administración Santos, bajo la nueva metodología de medición. Por el IPM, la reducción fue similar, en el 2011 el 29,4% de la población se consideraba pobre, para el 2012 fue el 27,0%.
Así, bajo el indicador medido por ingresos, de los 46,93 millones de habitantes, 15,35 millones se encuentran en condición de pobreza y 4,9 millones (10,4% de la población) están en pobreza extrema, y por el IPM la cifra sigue siendo preocupante (12,67 millones de pobres).
Colombia debe emprender una verdadera agenda, como la que propuse junto a la Coalición para el Desarrollo Industrial en las diferentes publicaciones realizadas. La hoja de ruta que el país necesita está basada en el requerimiento de un cambio estructural de la actividad productiva, en la construcción de eslabonamiento de aquellos sectores que lo hacen bien para fortalecer las actividades que generen mayores niveles de empleo, como la industria, y seguridad alimentaria, como el agro.
La reducción de la pobreza no proviene del mantenimiento de programas asistenciales y de paliativos que no ataquen la base principal de dicha condición: la falta de oportunidades, de vinculación a un sistema educativo de calidad y a un mercado laboral con puestos de trabajo formales y productivos.
De manera adicional hay que apostarles a las inversiones en innovación. Crear una cultura innovadora, creativa e inventiva es vital para la construcción de una sociedad de conocimiento que dé solución a las necesidades de la población colombiana y nos traslade a niveles de desarrollo más altos.
La pobreza es un mal presente en todas las naciones y su erradicación requiere de un llamado para que todos hagamos un compromiso por una Colombia en paz y justa, por la creación de un tejido social más solidario e incluyente, donde el trabajo con las zonas rurales sea de vital prioridad pues estas regiones presentan los mayores niveles de pobreza en el país con las menores oportunidades para avanzar en la pirámide socioeconómica, para que más colombianas y colombianos contribuyan a la generación de riqueza y bienestar de todos en el país.