Luis Alfredo Ortiz Tovar
La Jurisdicción Especial para la Paz, institución creada para evitar dejar en la impunidad los grandes crímenes cometidos al interior del largo proceso del Conflicto Armado que trasegó por media centuria, es una institución que sin lugar a dudas se convierte en el espacio más importante para poder materializar y cerrar este proceso de negociación con la insurgencia y el Estado. Ella debe garantizar a las víctimas la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición de los actos que fueron constitutivos de grandes y dolorosos actos en cabeza de personas que terminaron desaparecidas, torturadas, masacradas, ejecutadas extrajudicialmente, violadas, y que constituyen la muchedumbre de víctimas, cuyo único salvavidas será el de una justicia, que aunque alternativa, sirva para darle el parte de tranquilidad, al investigar, juzgar y sancionar a los grandes responsables de tales actos.
El país debería estar unido en la búsqueda de la consolidación de esta instancia jurisdiccional, y de manera particular el Congreso de la República, en cuyas manos está la de consolidarla a través de su reglamentación. Contra tal iniciativa han conjurado las mañas y artimañas de algunos en quienes recae el procedimiento para su realización. Pareciera ser que no hay padecimiento alguno con quienes esperan con ansiedad y esperanza que empiecen a desfilar quienes tienen que responder por sus actos confesando sus crímenes, la manera en que en ellos participaron, y la disposición para que al menos se sepa el lugar donde reposan los restos de los aún desaparecidos, que a decir verdad no son pocos.
Tristemente este escenario se ha convertido en otra razón para polarizarnos más, y para generar una estela de incredulidad en el proceso, pero también para que se consolide una plataforma política para arengar en la plaza pública, al nuevo postulante a congresista o gobernante. La naturaleza humana debe apuntar más a la solidaridad, a la tolerancia, y a luchar por el bien común, que a satisfacer necesidades individuales, egoísmos, o posturas particulares que ataquen el interés general. No cabe duda que si este instrumento invaluable entra a funcionar más temprano que tarde, convertirá en el gran reto que representa todos estos cinco años de negociación y de complejidades, pero además es el momento para que al menos esta justicia que investigará los grandes crímenes y los mayores responsables producto del Conflicto, responda a sus expectativas, enviando un mensaje a la sociedad de credibilidad en la justicia, y al tiempo de credibilidad en el proceso de paz, pues al haber justicia habrá verdad, al haber verdad habrá perdón y reconciliación, al haber perdón y reconciliación tendrán las víctimas una reparación que mas que económica debe ser psicológica y afectiva, y de esta manera cerrar esta etapa oscura y sangrienta de la historia del país, garantizando la no repetición de los barbarismos cometidos.