Javier Cabrera
Es curioso, socialmente acostumbramos a decir que los adultos somos el ejemplo de los niños, ya que los niños ven en nuestras acciones la forma en que deben comportarse, y por ende nos imitan. Sin embargo esta semana, pasó algo que me invitó a reflexionar y replantear el famoso dicho.
A raíz de las manifestaciones de rechazo a la violencia de genero, me llegó un video en el que unos niños italianos, de no más de 11 años eran entrevistados, y después de presentarles a una niña, y preguntarles por las cosas bonitas que en ella veían, eran invitados por el entrevistador a que la golpearan. “Pégale, le decía el entrevistador”. Obviamente los niños asombrados y estupefactos, dijeron que no. Es más, uno de ellos de solo 9 años, recordó el dicho de que a una mujer no se le toca ni con el pétalo de una flor. Que buen video pensé, que fabulosa reflexión. Cuando uno es niño, no piensa siquiera en la posibilidad de golpear a una mujer, ese pensamiento retorcido nace con el tiempo gracias a la influencia de los adultos, que si lo hacen. Es decir el mal ejemplo de algunos, lleva a que esa inocencia se pierda y cuando ven a un adulto en tan macabra acción quedan consternados, pero con el tiempo le imitan.
En realidad los niños, nos enseñan muchas cosas. Son los que nos invitan a no botar la basura, a respetar las señales de tránsito y la gente, a no fumar o beber. Es más, nos enseñan honestidad, transparencia y sinceridad. Un niño inicialmente no miente, él dice la verdad, no piensa en robar púes eso es malo y por eso, no lo hace. Un niño cuando ofrece amistad lo hace desinteresadamente, con humildad, sin arrogancia ni el interés de traicionar.
En conclusión, somos los adultos, los que nos tiramos los niños, y generamos parte de los problemas de nuestra sociedad. Pero decimos que somos el ejemplo de ellos; mas bien el mal ejemplo. Que vergüenza, educamos y educamos mal. Y todos en alguna medida nos equivocamos en eso.
Si bien es cierto que los principios y valores se los inculcamos en la casa y colegio, también lo es que después los desbaratamos con el mal ejemplo que les damos. Les enseñamos de pequeños a hacer lo correcto, y cuando ellos nos reclaman por nuestro mal actuar, los callamos. Que error.
Entonces, ¿por que no escuchamos más a los niños, en lugar de silenciarlos cuando nos invitan con inocencia a comportarnos, de acuerdo a lo que les inculcamos en el pasado?. Seguramente, cosas como el maltrato a la mujer no ocurrirían, si les escucháramos y entendiéramos el buen ejemplo que ellos nos dan.