La verdad de la comisión

José Manuel Acevedo M.

Hace unos días el comité de escogencia derivado del acuerdo de paz terminó la misión que le fue encomendada seleccionando a los once miembros que harán parte de la denominada Comisión de la Verdad. Descabezaron a personas como el exmagistrado de la Corte Suprema y de la Corte Constitucional, Nilson Pinilla, sin motivo ni razón, a pesar de haber acreditado su experiencia en otra comisión de la verdad -nada menos que la del Palacio de Justicia- en la que cumplió con lujo de competencia su labor. Tampoco les sonó a los omnipotentes electores el nombre de Juan Fernando Londoño, un exviceministro del interior que, aún cuando defensor del proceso de paz, hubiera entendido de una manera ecuánime y sin apasionamientos el papel de los terceros civiles en los tiempos de guerra.

En cambio de realizar un ejercicio de equilibrio para alentar deliberaciones internas, con una composición ideológica plural, el comité elector inclinó la balanza claramente hacia la izquierda con nombres como el de los columnistas Marta Ruiz y Alfredo Molano o el del propio padre Francisco De Roux, personas de calidades humanas indiscutibles pero con sesgos evidentemente marcados.

En el caso de Marta, a quien respeto y admiro, hay que decir con claridad que en sus artículos en la Revista Semana fue crítica permanente de los promotores del No y particularmente del ex presidente Álvaro Uribe. Molano es también un enconado cuestionador de los ganaderos y de la derecha colombiana. Llama la atención, por su parte, que un hombre del que se dicen con justicia muchas cosas buenas como el padre De Roux prefiera sentarse a hablar con criminales de las autodefensas o de las Farc pero vete abiertamente a un periodista del canal RCN como hizo hace algunos meses cuando el reportero de esta cadena lo quiso abordar.

La inmensa mayoría de los miembros de la comisión tienen tendencias ideológicas y políticas inocultables, no queriendo decir con ello que tuvieran que descartarse sino que hubiera sido deseable que en su compañía resultaran elegidas otras voces que representaran balance en esta nueva y poderosa institución.

No sobra recordar que estos flamantes intérpretes de la historia colombiana que, al final, escribirán la versión definitiva de lo que ocurrió en las últimas 5 décadas, tendrán no sólo esa fundamental tarea sino que además nutrirán al tribunal de la JEP con las declaraciones que ofrezcan quienes pasen por la comisión antes de recibir sus respectivas sanciones. Con solo un lado de la historia representada en la comisión parece difícil creer que la verdad que ésta ofrezca será la más completa y comprehensiva posible.

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