Rodolfo Valderrama Díaz
Convocados por la Fundación Eisenhower se reunieron en Málaga, España, líderes sociales y empresariales de 50 países para analizar y plantear sugerencias sobre el incierto futuro del factor trabajo, debido a la permanente tecnificación. Algunos sectores plantearon que si la “destrucción” del empleo continúa, tendríamos consecuencias sociales impredecibles, aunque la mayor parte de los convocados expresó la necesidad de continuar con la política de subsidios a los marginados y estímulos al empresario para crear empleo, otros sugirieron estudiar nuevos mecanismos para que los principales usufructuarios del avance tecnológico “compartieran” esa plusvalía; y es que no podían ser novedosas las conclusiones, pues quien tiene el poder político es la banca internacional y las multinacionales, principales beneficiarios de la política neoliberal, que solamente admite medidas para atenuar o paliar el desempleo, no para resolverlo ya que esto no les conviene; a nivel estatal esto se manifiesta mediante el asistencialismo, equivalente a la caridad y la limosna del estamento religioso.
Colombia siempre ha aplicado rigurosamente las disposiciones del Fondo Monetario, especialmente en lo referente a privatizaciones. Hacia 1990 el sector formal e informal estaban equilibrados, el Estado ocupaba cerca del 13% de la fuerza laboral, actualmente está alrededor de 6%. Es más fácil contabilizar el empleo formal y estable que no supera el 20% del potencial laboral y más del 80% está representado por desempleo, subempleo, rebusque, trabajos tortuosos o miserables y otras actividades informales. Lo anterior, unido a la inmensa corrupción de quienes ejercen el poder de manera antidemocrática produce más concentración de la riqueza en unos pocos, es decir mayor inequidad. Por tanto nuestro modelo de desarrollo en vez de contrarrestar el desempleo tecnológico, lo valida y lo acrecienta.
Esta perversa dualidad, de una parte pocos privilegiados que no sufren los estragos del desempleo, como los congresistas que administran burocracia y contratos o quienes reciben altísimos salarios o ingresos de capital, mientras millones padecen el peor mal social, no tener trabajo e ingreso estable el cual produce muchas calamidades como la guerra del rebusque. Se insiste en estrategias ya fracasadas como paliativos, incentivos al empresario o reprimiendo a los ambulantes. En ocasiones se plantea que, “La educación es el camino para combatir la inequidad”, esto es relativo ya que educación sin oportunidades es frustración, o propuestas mockusianas como cuando se dijo que no había que comprarle a los vendedores callejeros a fin de que estos desaparecieran y mejorara el espacio público Bogotá, o el planteamiento de la Secretaría para la equidad de Neiva consistente en, “No dar monedas en los semáforos y ya, problema solucionado”, qué torpeza, e indolencia.