Padre Elcías Trujillo Núñez
En el Evangelio encontramos a Jesús irritado por el comportamiento farisaico e hipócrita de algunos en la comunidad. Creerse superiores a los demás es el gran pecado de los fariseos y de tantos que llamándose cristianos no dan testimonio auténtico de la fe. Una de las causas del ateísmo moderno es precisamente el comportamiento incoherente y a veces escandaloso de los propios cristianos. Todos tenemos algo de fariseos. A quién no le gusta el poder o el pavonearse, alardeando de títulos y derechos. Al interior de nuestra misma iglesia también se dan estas cosas. Recuerdo cuando era niño el coscorrón que me dio un sacerdote porque no me dirigí con el título de “Su Reverencia”, me grito: irrespetuoso. Nos gusta destacar, se nos olvida el ejemplo del Señor, que siendo rico y divino, se hizo pobre y humano. El poder, según el Evangelio, al menos en la Iglesia es para servir, no para mandar ni imponer. La autoridad es necesaria, pero nunca como autoritarismo, sino como misericordia, la misericordia de Dios. Hoy somos invitados a vivir nuestro cristianismo como un servicio espiritual a la comunión y a la unidad, un signo visible de la unidad del mismo Dios Trinidad. Y esta es la paradoja del Evangelio: que aquel que tiene el servicio de superior, esté al servicio de los demás, que los últimos son los primeros, que no hay mayor amor que dar la vida. Alguna vez el Presidente Echandía preguntó: “y el poder para qué?” Cuánto nos cuesta servir, cuanto nos cuesta ser humildes. Sólo desde la fe verdadera es posible esta inversión de valores contrapuesto a los de un mundo que busca ante todo el poder, el éxito, la fama, el ser los primeros, el salir en la televisión, el ser primera página en los periódicos. Nos gusta que nos reconozcan y nos hagan homenajes Y además nos lo creemos. Hoy Jesús nos propone a crecer en los valores del Evangelio: la coherencia entre fe y vida, para no ser fariseos; la humildad y la capacidad de servicio, que nos hace libres y disponibles para los demás; la aceptación de la verdad de nuestra vida, con sencillez y alegría, dando testimonio entre quienes nos rodean; el ejercicio de la autoridad que tengamos: en el trabajo, la familia, el colegio, la universidad, la junta de vecinos, la asociación, la comunidad, el liderazgo social o político…como servicio a los demás, y no como provecho individual. Qué bueno hacer memoria de tantas personas que se han destacado por su humildad, su bondad, su sabiduría cimentada en el ejemplo de vida, su generosidad, su fe y confianza en Dios, ellos son modelo de fe para nosotros.