«La Piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular.» (Mateo 21,33-43)
Padre Elcías Trujillo Núñez
El Evangelio de este Domingo nos presenta la escenificación perfecta y didáctica de la vida y de la fe. El mundo, es la Viña del Señor. Los Jornaleros somos nosotros. Los Enviados, son los hombres profetas que nos avisan y nos quieren marcar el camino de la felicidad. Pero no nos gustan los profetas que nos perturban la tranquila comodidad, los que nos denuncian tanta hipocresía, injusticia y egoísmo. La historia está llena de estos ejemplos. El Antiguo Testamento es la secuencia de envíos y rechazos. Pero Dios no se cansa, sigue insistiendo. Y manda lo que más ama: su propio Hijo, Jesucristo. Y en vez de acogida, recibe el más brutal de los rechazos, la muerte en cruz. En la Viña no hay espacio para Dios. Ni a su propio Hijo respetamos. Hasta aquí la parábola. El hombre no sabe ver las señales de Dios. Hoy la Palabra se dirige a nosotros, los que nos consideramos cristianos, los que creemos que con ir a Misa o sabernos el Credo o el Catecismo de memoria hemos cumplido ya. Y mientras, estamos rechazando al Cristo sufriente en los pobres, el Cristo que demanda nuestro tiempo, el Cristo que nos sale al encuentro cada día en las personas con las que nos cruzamos, el Cristo que pide amor en la persona de un familiar, un amigo, un hijo, un enfermo. Con qué facilidad nos encontramos con el Cristo fácil que no nos compromete; con el Cristo del cumplimiento dominical; con el Cristo sabido de memoria en la catequesis, con el Cristo Eucaristía. No miremos el Evangelio como algo del pasado, está dirigido a nosotros, nos llama a una conversión profunda. ¿Cuándo y cómo hemos rechazado a Cristo que nos hablaba e interpelaba en los pobres, los hermanos de comunidad, la familia, los amigos, los necesitados y sufrientes de cualquier tipo? ¿Hemos descubierto la Eucaristía como fuente de renovación espiritual y como estímulo de entrega solidaria a los demás? Estemos atentos. Dios se manifiesta en los acontecimientos, en las personas, en la historia de cada uno. Que cada día sepamos descubrir la presencia de Dios en las señales, donde él quiere manifestarse. Que nuestras acciones diarias sean una búsqueda de ese Cristo que necesita de nuestra amabilidad, de nuestras manos para acoger, de nuestros labios para besar y sonreír, de nuestros pies para caminar al encuentro del necesitado, de nuestros brazos para abrazar y ayudar, de nuestro corazón para amar, como lo insinuaba el Papa Francisco frente al Cristo de Bojayá en Villavicencio. No lo rechacemos, acojamos con alegría su presencia. Bajémoslo de la cruz y hagamos de El nuestro compañero de camino. Cristo Vivo, Cristo peregrino de nuestra vida, Cristo acogido en nuestros corazones y hogares, y comunidades y trabajos. No rechacemos a Cristo. No nos creamos los buenos, demostremos que cada día intentamos ser mejores. Nota: Recuerde que este mes de Misiones nos invita a Orar, Ofrecer Sacrificios y Ofrendas. Mail: elciast@hotmail.com