Oscar Alvis Pinzón
Hay que condenar a los abusadores como el poderoso productor cinematográfico Harvey Weinstein y defender a las mujeres. Las actrices lo acusan de intentar hacerles casting íntimo para una cinta porno. Weinstein se valía de su poder e influencias en Hollywood, para llevar a las bellas mujeres a su habitación, y hacerles propuestas indecentes a cambio de protagónicos; mejor dicho cama por fama. Así humilló a varias actrices. Esto del acoso sexual igual que la corrupción es un mal viejo; que atropella de muchas maneras en todos los escenarios y sociedades. Hay que crear un frente común para luchar y acabar con este dúo dinámico cancerígeno; porque se asocia con falta de valores y respeto por los demás. En Colombia la corrupción se ha robado un promedio de 40 billones y anualmente se reportan 16.000 casos de violencia sexual contra las mujeres. Es una tragedia, ya que hablamos de corrupción y violaciones en una sociedad enferma. Hay que tener en cuenta que hay varias clases de acoso, pensemos en los acosadores morales, en los avispados y demás que se han dejado llevar por los Weinstein de la corrupción y han montado sus películas de trampas y opulencia, a costillas de los contribuyentes que hacemos cola para votar. Parece que en esto de la corrupción ya hay prepagos; que tristeza, qué pena. Hay que condenar a abusadores como Weinstein y defender a las mujeres. Y condenar también a los que se dejan manosear la honra.
Desafortunadamente en Colombia los corruptos quieren revivir la cultura mafiosa, donde todo es posible a punta de dinero, poder e influencias. Aquí lo importante es que exijamos respeto; tanto los ciudadanos como las autoridades. Que la educación debe ser el mayor desafío en el posconflicto, para que las nuevas generaciones entiendan que la cultura del dinero fácil y el atajo no tienen futuro. Con los triunfos de nuestra selección de fútbol el país goza, porque la clasificación a un mundial es vitamina A, de ánimo, que, como el viagra, nos reanima en medio de las penas; todo se reactiva hasta el patriotismo. Pero cuando nos enfrentemos al Atlético Corrupteiro tenemos que llenar todos los estadios nacionales, vestidos con la amarilla, para derrotar el juego sucio de la corrupción. Hay que denunciar cuando se vea que alguien está jugando sucio, porque los goleados somos todos. En todo caso ¿quisiera usted ver un país en que se respete la vida con todo sentido. Un país honesto? Yo también.