FRANCISCO ARGÜELLO/LN corresponsales@lanacion.com.co
Diez horas después de espera, con dos torrenciales aguaceros que alcanzaron a desmotivar a decenas de feligreses, sobre las 4:10 de la tarde de ayer apareció el Papa Francisco en el Parque Simón Bolívar de la capital del país. Más de un millón de visitantes estaban desplegados en la grama del escenario público después de almorzar en ollas, soportar el fuerte sol, la lluvia, tiempo que para muchos se convirtió en una eternidad.
El religioso- al que todos querían observar o volver a ver- arribó en un carro particular desde la Nunciatura Apostólica de Colombia. Y en la puerta del Simón Bolívar se subió a su papamóvil y empezó a movilizarse por las rutas pavimentadas del parque. Iba a 30 kilómetros por hora. Su recorrido fue acompañado desde el aire por el helicóptero de la Policía y por supersticiones o un verdadero milagro: solo hasta cuando arribó el Obispo de Roma apareció el sol, después de una tarde pasada por agua.
A las 4:35 p.m., después de la ruta, cambió su vestimenta por una tejida con manos colombianas, mientras decenas de sacerdotes, luciendo de un blanco impecable, marchaban con sirios alrededor de un coro de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Froilán Casas, obispo de Neiva, fue uno de los escogidos para acompañar al Papa en la eucaristía más esperada por los católicos en Colombia (se estima que más del 80 por ciento de la población).
De entrada, el sacerdote esparció incienso sobre los máximos exponentes de la Conferencia Episcopal Colombiana que lo acompañaban. “En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… Amén”, se escuchó en todo el Simón Bolívar. Aunque muchos fieles no lo observaban, lo veían a través de pantallas gigantes de última tecnología. A renglón seguido, como una eucaristía de pueblo, barrio o demás, pidió arrepentirse de los pecados. “Dios Todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna”, añadió con voz baja, pero convincente, con un acento argentino del que no ha podido despojarse. Los coros celestiales siguieron en el libreto. “Cristo ten piedad de nosotros…”.
La gente sacudía manillas, levantaba sus escapularios, sus crucifijos, mientras Francisco pegaba la Biblia sobre su boca, la elevaba y pedía a Dios. La variedad de voces en coros espectaculares, fueron después del Papa, lo más aplaudido durante esta eucaristía donde se veía en ocasiones al máximo exponente de la Iglesia Católica sentado, con su cabeza inclinada, orando en silencio con un nivel máximo de concentración. “¡Qué admirable!”, “¡Qué bendito!”, expresaban los fieles, mientras lo veían orar como si estuviera desconectado de este mundo y unido aparentemente con el celestial.
El evangelio lo leyó uno de los sacerdotes colombianos y lo hizo cantado, fue el según San Lucas, y se refirió a la multiplicación de los peces que hizo Jesús de Nazaret a Simón, después de pasar varias horas intentándolo frustradamente. Francisco comparó al mar con el mundo, a la marea con la gente. Lo hizo a través de un discurso que leyó, que traía preparado. “La palabra de Jesús es probada en la acción, no es probada en escritorio ni alejada del dolor de la gente…hay densas tinieblas que amenazan y destruyen la vida: la injusticia e inequidad social, las tinieblas corruptoras de los intereses personales o grupales, que consumen de manera egoísta lo que está destinado para el bienestar de todos, el irrespeto por la vida humana que siega a diario la vida de tantos inocentes, las tinieblas de la sed de venganza y el odio…”. Terminó su reflexión del evangelio y pidió la meditación personal de lo expresado. En el Parque Simón Bolívar no se escuchó una mosca, fue un silencio sepulcral, un respeto absoluto cumpliendo su tarea.
LA COMUNIÓN
La eucaristía avanzó entre cánticos, alabanzas, oraciones donde hubo espacio para indígenas, religiosas, jóvenes. Y segundos después la comunión. El Papa, desde su atrio, donde no todos los asistentes podían observarlo porque al frente instalaron unas graderías y camerinos, bajó y entregó el Cuerpo de Cristo a 300 creyentes. Los demás, esparcidos por el 90 por ciento del Parque Simón Bolívar, la recibieron por parte de colaboradoras de la Conferencia Episcopal Colombiana que se trasladaron hasta distintas áreas apartadas para no generar desorden. Los privilegiados de la comunión papal fueron, entre otros, algunos obispos, cardenales y víctimas.
Los bogotanos y ajenos a la capital se fueron alistando para la salida, mientras el Papa agradeció el recibimiento, se despidió de los capitalinos que lo acogieron durante dos días y prometió regresar. Las miles de personas lograron marcharse media hora después de la evacuación de Francisco por orden y seguridad y en medio de un afán y un desorden absoluto. Muchos arribaron al parque desde la noche, desde la madrugada y debían marcharse con urgencia. El Transmilenio fue el único servicio público habilitado. Por lo demás, fue caos y congestión vehicular. Las basuras y el césped dañado después del tumulto, será evaluado por las autoridades hoy viernes cuando el máximo jerarca de la Iglesia Católica aborde un avión de Avianca que lo trasladará desde Bogotá hacia Villavicencio.