El maltrato infantil sigue siendo para muchos un tema delicado y fuertemente emotivo que es difícil suscitar en privado y mucho menos debatir en público. La ocurrencia de nuevos casos de Violencia Intrafamiliar y Abuso Sexual Infantil, afecta significativamente a quienes sufren sus rigores, influye en el desarrollo de los niños, niñas y adolescentes y la manera como éstos a futuro, establecen relaciones interpersonales, familiares y de pareja.
En los niños, el efecto de la violencia resulta muchas veces devastador, sus efectos van más allá de lo aparente, afecta su salud física y mental, favorece la aparición de padecimientos ligados a la inmunidad, afecta su salud reproductiva y psicológica. Cuando se pierde la autonomía en todas las situaciones, la posibilidad de decidir y de opinar, cuando la calidad de vida se empieza a reducir o se pierden las ganas de vivir por culpa del maltrato, resulta fundamental buscar la asesoría de un psicólogo, un psiquiatra o un profesional especializado en el tema.
Prevenir la ocurrencia de nuevos brotes de violencia, amerita la participación y compromiso de cada uno de nosotros frente al logro de una convivencia pacífica, el establecimiento de relaciones de pareja y de familia, basadas en el respeto, la tolerancia y la comprensión de las diferencias. Establecer familias con propósitos de paz, adquirir conocimientos y actitudes, que lleven a la formación de personas saludables, pacíficas y maduras, para asumir nuevos retos y solucionar de manera pacífica sus conflictos interpersonales.
La prevención del maltrato infantil no sólo debe constituir una prioridad política. Los padres de familia y adultos responsables de los menores de edad, deben conocer acerca de las características y etapas del desarrollo psicosocial de los niños, entender que ellos tienen derecho a una vida saludable, desprovista de violencia y actuar conforme a éstos objetivos.
No debemos olvidar que la primera forma de convivir con los niños, les enseña la manera en la que se relacionarán por el resto de sus vidas. Promovamos una convivencia sana y armónica, donde los niños, niñas y adolescentes, puedan desarrollar su afectividad de manera positiva, promovamos políticas y programas que aborden factores de riesgo y de protección, fomentemos normas sociales y culturales no violentas, especialmente en la relación entre padres e hijos.
Para que las actuaciones de prevención y respuesta sean eficaces, para que se erradique la violencia contra los niños al interior de nuestra sociedad, debemos asumir prácticas no lesivas donde la autoridad y el poder, no sean ejercidas de manera arbitraria ni absolutista.