La cultura de solidaridad y el deseo de ayudar al prójimo, de gran parte de los neivanos, además del favorable clima cálido de la ciudad, son las principales causas para que Neiva sea un ‘paraíso’ para los habitantes de la calle, lo que dificulta los proyectos de rehabilitación y resocialización de las administraciones de turno.
Según cifras de las autoridades locales, en los recientes años los trabajos y esfuerzos sociales y económicos en procura de darles dignidad humana, autonomía personal, participación social y solidaridad, además de disminuir la presencia han sido casi nulos, pues el número de desarraigados casi que se ha mantenido estable.
“Nosotros engañaríamos a la sociedad y a las finanzas públicas al asegurar que una persona con una adicción crónica es fácil de rehabilitar. Para mí, el resultado es casi frustrante, hay que contemplar otras posibilidades como de control permisivo”, dijo Carlos Gutiérrez, sicólogo, quien conoce de la problemática.
De acuerdo con el Censo del Dane, en 2005 se calculaba en 400 las personas que deambulaban por las calles y andenes de Neiva. En el anterior periodo, de Pedro Suarez, se calculó en 322; y un reciente estudio del Municipio contó 311 involucrados en la mendicidad, consumo de alucinógenos, en actividades de reciclaje y unos pocos relacionados con bandas de hurtos.
La generosidad de la gente y el clima de la ciudad contribuyen a la presencia de indigentes en la ciudad.
“Lo llamativo es que el vivir en la calle para una persona que consume droga es marginarse de un círculo de autoridad o familia, se instala donde nadie lo molesta, no hay reglas. Eso es lo que hace tan difícil disminuir esta población”, dijo Alejandra Valderrama, secretaria de Desarrollo Social del Municipio.
“Esta es una condición muy preocupante por el costo social y económico, porque nos corresponde como administración prever que este flagelo de descomposición siga creciendo. Pero es un reto que nace desde el hogar pues el solo el hecho que una persona tenga indicios de inclinación por algún vicio ya es una alarma para que en un futuro viva en la calle”, manifestó.
En 2013, el presidente Juan Manuel Santos expidió la Ley 1641 que le ordena al Estado “garantizar, promocionar, proteger y restablecer los derechos” de los habitantes de la calle. Tres años después las ciudades siguen reportando altos índices de vulnerabilidad en las calles, siendo un problema latente.
Origen y perfil
De acuerdo con la caracterización realizada en el año 2013 por la Administración Municipal, solamente el 35% de los indigentes son nacidos en Neiva. El restante 75% proviene de otros municipios, principalmente Garzón, Campoalegre, Palermo, Rivera, Yaguará y La Plata. Aunque también es común encontrar gente procedente del Caquetá, Putumayo, Cauca, Antioquia, Cundinamarca, la Costa Atlántica y hasta de países vecinos.
El consumo de drogas es la principal razón por la que llegan y permanecen en las calles.
Se sabe de muchos, porque lo cuentan, que son desplazados por familiares que no los aguantan o los avergüenzan y hasta por autoridades que no tienen recursos en sus municipios para atenderlos.
“Incluso, tenemos un personaje que es muy famoso y está en silla de ruedas, es de la Costa. La familia ha venido a llevárselo y él no ha querido. También se conoce un señor que vino de Venezuela y hoy ronda por las vías”, señaló Valderrama.
Su ubicación se evidencia preferiblemente en cuevas, en lugares cercanos a ríos y fuentes de agua, que les den la oportunidad de esconderse, drogarse y guardarse de la Policía, la lluvia y el sol. Por eso, el mayor lugar de concentración es en sectores aledaños al Malecón del Magdalena y la avenida La Toma, aunque hay un registro de crecimiento en asentamientos y barrios subnormales de la Comuna 8.
La resocialización de un consumidor es casi imposible.
Para subsistir o conseguir dinero, la mayoría se dedica a recolectar y vender artículos reciclables; otros prefieren la mendicidad; y según la Policía, solo unos pocos son sorprendidos en hurtos menores, “no hacen parte de un grupo de criminalidad”.
En general, no hay edades definidas entre los indigentes, se trata de niños, jóvenes y adultos, principalmente hombres. Mientras, el consumo de licor y drogas, a temprana edad, es la principal razón para que hayan ‘caído’ en la miseria y quieran permanecer ajenos a sus hogares y a tratamientos de rehabilitación.
Pero también son consecuencia de otras causas, como los conflictos familiares, abusos, violencia, desamor y una pobre situación económica. En menor medida están la búsqueda de independencia y el gusto por disfrutar de la libertad que les da la ciudad.
Solo el 35 por ciento de esta población es nacida en Neiva, donde hay hasta extranjeros.
“Vivir en la calle es un estilo de vida que se da por una decisión personal o puede ser el resultado, como en la gran mayoría, de una serie de problemáticas relacionadas con el consumo de drogas, alcohol, violencia intrafamiliar, pérdida del empleo, crisis de dinero, entre otras”, dijo Carlos Murcia, quien con otras personas sale periódicamente a brindales alimentos, “por consideración humanitaria”.
Varios indigentes consultados por LA NACIÓN respondieron ‘alucinados’ que llegaron a la calle “aburridos” de su situación o siendo menores de edad por líos en la casa.
Casi todos consumen alcohol u otro vicio, lo hacían antes de los 18 años de edad. Por eso se estima que la mayor parte de los ingresos que consiguen los gastan en ese tipo de consumo y algo de alimentos. Viven el día a día, nada les afana ni les preocupa.
El trabajo en pro del habitante de calle
Tras identificar a cada una de las personas que vive en condiciones de indigencia, la Administración Municipal trabaja en la ampliación de la infraestructura y los cupos para su atención. El objetivo es aumentar la capacidad de rehabilitación para que regresen a la sociedad y así darles una oportunidad de vida normal, tarea nada fácil.
El problema es la falta de recursos. Actualmente el Municipio dispone de un presupuesto anual de $110 millones para dar algún tipo de ayuda y asistencia social. La Alcaldía de Medellín, buscando salidas a similar reto, invirtió $75.000 millones, pero el dinero no alcanzó y el problema sigue siendo el mismo. “Se convirtió en un cúmulo de frustraciones como sucede entre nosotros”, destacó el profesional Gutiérrez.
Se trabaja en una vivienda de acogida para jóvenes, ‘Casa de Apoyo al Habitante de Calle-Hogar Renacer’, en donde se atiende a decenas de muchachos de forma diaria y gratuita. También se realizan con ellos procesos de resocialización en instituciones.
El espacio cuenta con personal capacitado en el manejo de esta población especial, psicólogos, enfermeras, cuidadores, orientadores, entre otros. Además de brindar alimento y posada temporal, se busca atender y recuperar a quienes tienen algún trastorno mental, o están prisioneras en el consumo de elementos ilegales.
En la Casa de Apoyo al Habitante de Calle- Hogar Renacer se atiende a muchachos desarraigados.
"Existen horarios de ingreso y salida. Los usuarios ya tienen referenciado el sistema, saben del momento de ingreso a la ruta de atención, que es entrar a la parte de autocuidado, recibir alimentación, hacer parte de grupos educativos, pasar por las áreas profesionales como medicina, enfermería, trabajo social, psicología, deporte y nutrición. Aquí pueden dormir, bañarse, entre otras actividades", explicó Valderrama.
Según la Secretaría, en el transcurso de 2016, el centro de desarrollo, ubicado en la carrera 1G con calle 8-25, ha realizado cinco brigadas de mitigación para garantizarles los derechos humanos, con una cifra de más de 1.000 beneficiarios.
Pero también otras organizaciones sin ánimo de lucro colaboran en programas de cuido y reintegración. Una de ellas es el Banco Diocesano de Alimentos, que a través de donaciones ciudadanas tiene recursos para brindarles alguna clase de ayuda.
“Desde que se creó el Banco, hace 13 años, se viene colaborando con los habitantes de la calle, ya sea con alimentos o apoyo a quien desea salir de ese escenario.
Nosotros tenemos como objetivo que si algún habitante se quiere rehabilitar y desintoxicar le ayudamos en ese proceso enviándolo a una fundación”, señaló el sacerdote Jhon Freddy Obando, director.
También se les ofrece apoyo espiritual y ayuda en el crecimiento personal: “más que orar con ellos, lo importante es ayudarles en su crecimiento personal, reconstrucción de vida, que se sienta importantes y queridos por Dios”.
En este aspecto, tanto autoridades como la misma Iglesia coinciden en que la única forma en que el habitante puede resocializarse y reintegrarse a la vida social es con mucha voluntad y una lucha contra la frustración y, sobre todo, por salvar la vida. Además, que la sociedad sea consciente de la responsabilidad de su generosidad con ellos.
Sólo pueden ser retirados si actúan contra del Código de Policía o están en estados muy altos de alteración y consumo.