El hombre de los vinos, cremas y mermeladas de La Tatacoa

Rafael Márquez, en su vivienda en pleno desierto.

¿Quieren probar vinos, mermelada, arequipe o panelitas de cactus? En el corazón de La Tatacoa encontrará estas y más delicias.

Basta con probar sus productos para saber que Rafael Márquez no miente cuando promociona sus dulces, mermeladas, vinos y cocadas de cactus producidos en el corazón del desierto de La Tatacoa, en Villavieja, Huila.

En su residencia, construida en madera, donde cae un sol infernal y desde donde se divisa un panorama natural único del desierto, están sus inventos, sus productos, sus recetas, que aprendió después de explorar los vegetales de La Tatacoa, de estudiar en el Sena y de equivocarse decenas de veces.

Turistas y residentes en Villavieja llegan hasta su residencia, ubicada dos kilómetros después del observatorio, a comprar los vinos para pasar una buena noche estrellada. Y él, quien fermenta de manera natural gran cantidad de licor en el interior de su hogar, les explica cómo artesanalmente extrae un excelente líquido que produce la aridez de sus tierras.

“Conservas del Desierto”, dice un letrero frente a su residencia. Así se llama su empresa que nació hace seis años, pero que se ha venido ensayando desde hace 20. “Empecé a buscar alternativas de alimentos para la gente que vive en un desierto, para los que soportan crisis económicas”, cuenta. “Cuando asistí a la escuela me ponían a estudiar África y Oceanía y no conocía mi pueblo, La Tatacoa, por eso me regresé y empecé a investigar en lo que me rodeaba”, narra.

Encontró que el cactus era una de las plantas de mayor sabor encontradas en la tierra, así aparentemente no lo fuera. Y además, que tenía más propiedades que la sábila. Recolectó plantas y en el Sena lo instruyeron para que empezara con su experimento que se truncó semanas después cuando mostró sus productos y empezaron las autoridades ambientales a fastidiarle. Decían que acababa con los cactus, cuando cree no es cierto.

Recolectó cactus, sacó sus cristales y los aprovechó para elaborar productos que mejoraran problemas de estreñimiento, colon, triglicéridos, y que permitieran mantener la glicemia.

El nopal (hoja de cactus), sirve para hacer jugos en agua, mezclado con banano o papaya. También para hacer morenitas (cocadas), frutas cristalizadas, vinos, mermeladas, arequipes, champú y cremas para el cabello, entre otros. En principio vendió por varios municipios y ferias artesanales, pero después limitó sus muestras a su residencia.

Los cactus los consigue en Carrasposo, en Colombia, Huila. Los trae de madrugada (de día la pelusa no deja), hasta La Tatacoa. Con arena o agua a presión a través de zarandeo, extrae la pelusa de la fruta. Empieza a machacar, después vienen las filtraciones con lienzo. “Como no tengo tanques, compro canecas de 55 galones con aro y tapa, perforo, le hago manguera para sacar el gas y la pongo a burbujear en un poco de agua con hipoclorito. Adentro va la fruta triturada con agua y otros ingredientes…”, explica.

Entre más fermentado el vino, mejor. El día de la entrevista tiene canecas que llevan hasta dos años fermentándose de manera artesanal; es decir, están próximas a salir a la venta. En casa, Márquez, tiene medidor de pH. “Hacemos el vino como se realizaba anteriormente, danzando, no con los pies, sí con las manos…”, explica.

Lo cierto es que el sabor del vino es exquisito. El color: verde y azul oscuro, el alcohol es natural, es decir, menos de un vino comercial. Valor: 15.000 pesos la botella.

Con el corazón y clorofila (pulpa), de la hoja de cactus se extraen las tiras de cristal, se licuan, se secan y se le aplican colorantes. “Hago como para atender a los visitantes, estudiantes de universidades públicas y privadas del país que vienen a explorar al desierto”, precisa.

Rafael Márquez prefiere entregar todos los detalles de la elaboración de sus productos a quienes le visiten. Allí les pone a comer, muestra los nopales y los procesa hasta obtener los alimentos, también las cremas o el champú para mejorar los problemas capilares. Los precios son económicos.

Otros encantos
En su finca, La Villa del Marquez, el villaviejuno construyó una piscina de agua natural donde recibe a gran cantidad de visitantes que hospeda en sus típicas cabañas construidas con elementos naturales y vegetales. Allí podrán conocer cómo se sobrevive con los mismos elementos que produce el desierto. También, se divisa uno de los mejores panoramas de La Tatacoa.


La base de la elaboración de sus productos, elaborados con cactus.


El vino, obtenido de la fermentación.

Fotos Francisco Argüello
 

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