Las necesidades humanas son las mismas en todas las culturas y en todos los períodos históricos. Lo que cambia a través del tiempo y de los grupos humanos establecidos, es la manera o los medios utilizados para la satisfacción de las mismas.
Las personas sin excepción alguna, tienen necesidades que deben ser atendidas para que vivan de manera digna y saludable. Contar con ambientes sociofamiliares que garanticen y promuevan su salud física y mental, que aseguren su alimentación, protección, que generen la sensación de afecto, intimidad, confianza, seguridad, apoyo, integración, aceptación, respeto, libertad e igualdad, promueve el desarrollo de las potencialidades y satisfacción de necesidades humanas.
En la medida que éstas comprometen, motivan y movilizan a las personas, se convierten en la base de un sano y adecuado desarrollo, para el logro de la independencia, participación, crecimiento, protección de sí mismos, de los demás, del ambiente y de la sociedad en general.
A través del reconocimiento y la lectura de las necesidades humanas, es posible reajustar el actuar individual y colectivo, mejorar las relaciones personales, reconocer los derechos y dignidad del otro, como condición para saber vivir y sentar las bases para una auténtica convivencia en paz.
De tal manera las necesidades humanas, deben constituirse en derechos inalienables de toda persona, su posesión y práctica, hacen a la dignidad del individuo y las comunidades, representan algo esencial para su vida, existencia y sobrevivencia.
Qué bueno sería que la satisfacción de las necesidades humanas, no se quedara en discursos o campañas políticas, sino en prácticas reales, en la implementación de políticas sociales orientadas a una inversión social de calidad, que optimice verdaderamente su identificación, atención y satisfacción, que permita el desarrollo humano, el disfrute de una vida prolongada y saludable, con los derechos humanos garantizados, como una exigencia fundamental o autoexigente de nuestra sociedad.