María Olga Oliveros Fierro es una sobreviviente del genocidio de la Unión Patriótica, tiene 71 años y una memoria formidable. La valiente y decidida lideresa recordó para LA NACIÓN el nacimiento y exterminio de un partido, que durante años representó la esperanza para muchos colombianos.
María Olga Oliveros Fierro es una humilde modista huilense que vivió en carne propia el nacimiento y exterminio de la Unión Patriótica. Nació el 18 de abril de 1942 en San Andrés, Tello y desde sus primeros años de vida padeció la violencia bipartita que desangró el país.
La humilde modista hizo parte de la junta directiva regional de la UP.
Después de 30 años de una masacre de más 3.500 militantes por el que el gobierno colombiano fue declarado responsable, doña Olga, en su casa en el norte de Neiva, rodeada de sus aves y gatos, recordó para LA NACIÓN como fue el genocidio de un partido que durante muchos años representó la esperanza para miles de colombianos.
“En mayo de 1986 el Presidente Belisario Betancourt realizó un acuerdo político con la guerrilla de las Farc para que los alzados en armas entraran a un proceso de paz. Se les garantizó un espacio político para desarrollar sus propuestas y ahí nació la Unión Patriótica. Mucha gente, especialmente de los pueblos, entró a participar en ese proceso”, recordó.
“Yo en medio de mi trabajo como modista y de las responsabilidades de la casa escuchaba los discursos de la radio y para mí, la Unión Patriótica (UP) representaba una esperanza de vida para los colombianos más desprotegidos. En Neiva prepararon el primer acto político de la UP. Se realizó en el Parque Santander, al lado de la Iglesia Colonial. Yo fui sin que nadie me invitara porque quería ir a escuchar, quería saber qué era eso”, aseguró.
“En ese momento el presidente de la UP era el magistrado Pardo Leal y ese día pronunció un discurso que me llenó de mucha ilusión y esperanza. Desde niña viví la guerra de los conservadores contra los liberales. Toda mi familia es de San Andrés (Tello) y en más de una ocasión nos tocó huir para salvar nuestras vidas o rogar por las noches para que no mataran a mi papá”.
“Por eso se despertó en mí un sentimiento muy grande de esperanza. Me encontré con muchas personas que conocía desde niña, de mi región. Ese día también hablaron Braulio Herrera, Eduardo Gutiérrez y Ramón Tovar Andrade, entre muchos otros dirigentes. Cuando terminó el acto político yo decidí integrarme a la UP sin que nadie me lo pidiera”.
“Pregunté donde quedaba la sede del partido, allá llegué y me hice inscribir. Empecé a militar en la UP con mucha constancia. Recuerdo que se conformó la Junta Departamental con Eduardo Gutiérrez, Hernán Rojas Cabrera, Campo Elías Ávila, Ramón Tovar Andrade, Alfonso Vidal, entre otros”.
Muchos son los recuerdos de una época en la que brilló la ilusión por un mejor país.
La esperanza
“La UP tuvo una gran acogida del pueblo colombiano. En la sede que quedaba en la carrera 15 con calle Tercera esquina, recibíamos diariamente a muchísimas personas que llegaban a inscribirse. Yo rápidamente hice parte de la directiva departamental y fui responsable del cargo de la mujer”.
“Viajamos a los municipios del Huila, a las veredas más alejadas y visitamos todos los barrios haciendo trabajo con las comunidades. Las personas nos decían cuáles eran las necesidades más importantes. Ramón Tovar Andrade fue concejal de Neiva y mucha gente lo conocía y lo seguía en ese proceso”.
“La UP fue creciendo mucho en el departamento. Fue un trabajo muy hermoso. La gente nos recibía con agrado, alegría, ilusión y la esperanza de un cambio en el país que permitiera mejorar las condiciones de los más humildes”.
“Nos fue muy bien en la primera campaña electoral en la que participamos. Yo me responsabilicé de Cándido Leguízamo porque soy fundadora del barrio Santa Inés. Fue muy emocionante. La gente creyó en nuestra propuesta y votó por nosotros sin estarles ofreciendo nada. Las personas llegaban hasta nuestras casetas a pedir información. En esa campaña se eligió como concejal de la UP a Ramón Tovar Andrade”.
“En la segunda campaña electoral obtuvimos una votación mucho más grande. Por unos pocos votos no conseguimos los dos cupos para el concejo de Neiva, pero sacamos diputados y en todo el departamento nos eligieron concejales, incluso alcaldes. En el país fue igual”.
Uno de los registros fotográficos que dan fe de la participación activa de Olga Oliveros en la UP.
El dolor
“Después de esas elecciones empezó la arremetida contra la UP porque se había ganado muchos espacios políticos en los concejos, asambleas departamentales y alcaldías de todo el país. El auge era muy fuerte y eso no le gustó a las elites oligárquicas que se oponen a los cambios sociales, estructurales y políticos que se necesitan para que haya paz y desarrollo integral en el país”.
“La represión inició con la desaparición de Tarcisio Medina, un estudiante de Literatura de la Universidad Surcolombiana, solo tenía 22 años. Hicimos marchas, protestas incluso brigadas de búsquedas en el río Magdalena, porque por allí echaban a todos los muertos del departamento. Nunca lo encontramos”.
“Después desaparecieron a Campo Elías Ávila. Recuerdo que él vivía en el centro y tenía una niña como de siete años. Ese día teníamos reunión y él iba en un bus. Una muchacha muy bonita, mona, que le pusieron de gancho, le hizo conversación y él finalmente se bajó con ella. Ese día lo desaparecieron”.
“Lo buscamos mucho. Finalmente unos campesinos encontraron el cuerpo en un sector que se llama Piedra Pintada, en un brazo del Magdalena, lo amarraron a la orilla del río y fueron a buscar a las autoridades. Pero cuando llegaron, ya habían echado el cuerpo al agua nuevamente. Al parecer, le pusieron una piedra para que se hundiera porque no lo pudimos recuperar”.
“Nos mataron después a un concejal de Valencia de la Paz, que también dejó una niña pequeña, así como a muchos líderes de Baraya y a dos profesores de Tello, recuerdo que uno era de apellido Perdomo. Luego empezaron a matar a todas las personas que hacían parte de la UP, después decían que eran guerrilleros”.
“Fueron muchas las viudas que quedaron solas con sus niños pequeños. Las personas que asesinaron eran humildes jornaleros o campesinos que no tenían recursos, ni fincas para trabajar. El sufrimiento fue terrible para muchas familias huilenses que se quedaron sin su papá, en medio de la miseria y el terror”.
“Aquí en el barrio se conformó una pandilla de más de 20 muchachos, incluso con algunos niños, que perseguían a los de la UP. En las madrugadas me cogían a piedra la casa, a veces no podía salir a las reuniones porque me estaban esperando. Me insultaban, me tiraban piedras, me trataban mal, me gritaban que era una guerrillera, que era una loca. Fue horrible”, recordó.
Durante su participación política en la UP, Doña Olga fue la encargada de la mujer.
Terror
“A pesar de la difícil situación yo no me retiré de la UP. Nuestros días transcurrían recogiendo muertos, asistiendo a entierros, acompañando a las viudas. No pude ir a todos los sepelios, pero fui a los que más pude. Recuerdo mucho una pareja de muchachos que mataron en Suaza. Él se llamaba Rodrigo y ella Estela”.
“Cuando mataron a Pardo Leal, nuestro candidato presidencial, yo estaba en un Encuentro Interregional de Mujeres que se organizó en el Sena de Angostura, con 180 participantes de todo el país. Cuando se conoció la noticia, todas las mujeres nos pusimos a llorar. Fue muy duro. La esperanza estaba en él y en la UP. Nos atemorizamos mucho. Pensábamos que de pronto nos iban a ir a matar a todas”.
“Después de esa muerte se multiplicaron las masacres en el departamento y en el país. Bernardo Jaramillo Ossa asumió como candidato presidencial y también lo asesinaron. Aida Abella vino a Neiva después de todo eso y realizamos un acto público, que a pesar del terror, tuvo mucha asistencia”.
“Todos los que resultaron elegidos por la UP fueron asesinados, al igual que los activistas. Todo lo que oliera UP era aniquilado. Empezaron a matar incluso a los que vendían el periódico Voz. Nos acorralaron, no podíamos respirar y no pudimos hacer una nueva campaña electoral, porque si salíamos nos mataban”.
“El pueblo colombiano apabullado, sin derecho a la libertad de expresión solo pensaba en proteger su vida y la de sus hijos, y no le importó lo que estaba pasando. Aquí en Santa Inés, en donde todo el mundo me conoce, nadie levantó una voz para protegerme de los ataques constantes de los que era víctima, en donde acababan con los vidrios, las tejas y la tranquilidad a cualquier hora del día o de la madrugada”.
“La persecución fue espantosa, la viví sola y logré soportarla. Saqué valor porque no tenía otra cosa que hacer. Nos dejamos de reunir, todo se derrumbó y a pesar de eso, en la última elección, la gente votó por los candidatos que alcanzamos a inscribir antes de que iniciara el genocidio, sin que hiciéramos campañas por la UP”.
¡Justicia!
“Nosotros no perdimos la personería jurídica por falta de votos sino por la persecución del mismo Estado Colombiano, que tenía la obligación de proteger nuestras vidas por mandato de la Constitución. Los que quedamos vivos nos salvamos de milagro”.
“Cuando supe que nos devolvían la personería tuve muchos sentimientos encontrados. En el interior hay algo de algo alegría, pero también hay mucha tristeza por la injusticia, porque no hay culpables, por la impunidad, porque solo después de tantos años reconocieron el exterminio”.
“En Colombia jamás han permitido otra opción política diferente a la de quienes han estado en el poder toda la vida y son los que han manejado nuestros recursos económicos para su beneficio y el de sus familias. Para su rosca, no para el pueblo en general. Si pensaran diferente, todos los colombianos viviríamos mejor, dignamente, como seres humanos y no como esclavos”.
Presente
“Para iniciar de nuevo el trabajo comunitario necesitamos que el Estado nos permitan hacerlo, que nos respeten la vida y que nos dejen crecer. Es difícil volver a empezar. La Marcha Patriótica me recuerda mucho el proceso que nosotros vivimos. Eso me da alegría porque hay mucha gente trabajando”.
“Los jóvenes están haciendo un gran papel. Hay personas muy pensantes que le pueden dar a Colombia una esperanza de vida y de paz. Yo todavía creo que se puede forjar un país con desarrollo, que ofrezca una vida digna a todos los colombianos sin diferencia de color, religión o estrato social”.
“Jesús dijo amaos los unos y los otros. Eso debemos hacer, amarnos y ayudarnos para aportar cosas valiosas para vivir en un país en paz, donde los niños de hoy crezcan de una manera diferente. Recuerdo las palabras de Pardo en uno de sus últimos discursos: ‘Si la muerte me sorprende, no le tengo miedo. Soy un hombre dialéctico. El día en que me muera vendrán otros mejores’. Es hora de que renazca la esperanza”.