No hay como hablar en frío; en caliente, se puede dar una comunicación visceral, más manejada con el corazón (afectos-desafectos), que con la razón. Como todavía no está caldeado el ambiente político en razón a que faltan ocho meses para las elecciones para elegir a los parlamentarios de las dos cámaras, hablemos del voto. Aunque ya llevamos casi doscientos años de democracia, la madurez está muy lejos de alcanzase. Excúsenme la relación que a continuación hago. Se comenta que nuestros aborígenes eran engañados por un instrumento para ellos desconocido: el espejo. Eran atraídos o conquistados por el espejo. Claro, comunicación sensorial. Hoy pasa algo similar con la conquista del voto.
Uno no sabe quién es más corrupto, el elector o el elegido. Da tristeza constatar que el elector exija que le paguen el trasporte para ir a votar; tengan que darle comida para satisfacer su hambre atrasada; la campaña esté rodeada de francachelas y comilonas para lograr la aquiescencia del elector. Al elector no le interesa la propuesta del candidato: su pensamiento es meramente sensible. Le exige de entrada al candidato un puesto para su hijo, su cónyuge, etc. La voracidad burocrática está a la orden del día. ¡Qué democracia tan subdesarrollada! ¿Dónde está la autoestima del elector? Se vende por un trasporte, por una comida, por unos símbolos ruidosos. Lo grave es que después va criticar porque su ambición desaforada no ha sido satisfecha. Viven criticando el sistema, pero buscan vivir de él. Como dice la sabiduría popular: “Bravos con la marrana, pero con la morcilla no”. Un candidato que esté despojado de toda esa parafernalia espectacular y que presente ideas y planes de desarrollo que busquen la promoción del hombre y no la dependencia, es rechazado. El candidato se ve abocado a bailar con la orquesta que más ruido haga y cae en el vicio de la corrupción. En mi experiencia académica he visto muchachos con excelentes ideas y proyectos. Luego incursionan en la burocracia y en la política y no encuentran otra alternativa que entrar a la rosca que otrora criticaban, para no ser aplastados por ella. Sigue el círculo vicioso de elector y elegido bailando con la misma pareja, para no salir del mercado.
Necesitamos mártires para llevar la política al fin para la que ha sido creada: EL BIEN COMÚN. Si la clase dirigente no juega limpio, mal podría pedírsele al electorado un cambio de disco duro. Mientras haya voracidad burocrática y nepotismo, jamás saldremos de la pandemia de la corrupción. Mientras más dependamos de los contratos estatales y si éstos no cumplen con trasparencia lo establecido en la Ley 80 y la Ley 1150 con sus decretos reglamentarios, nunca saldremos del subdesarrollo democrático. Dejemos la retórica de las plazas y de los grandes almuerzos y traduzcamos la honestidad que tanto se cacarea en la época preelectoral, en el uso racional de los presupuestos. Estamos hartos de buenos deseos; de buenos deseos está lleno el infierno. Una democracia como la de los países nórdicos, donde los congresistas viven modestamente y se maneja con racionalidad social los impuestos, es el ideal al que debemos llegar. ¿Será que este sueño lo veremos los colombianos? Cuando esto ocurra se acabarán todos los conflictos sociales.
* Obispo de Neiva