La Nación
COLUMNISTAS

Guerra y paz

Muchas, muchísimas lecturas está dejando la negociación política entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de las Farc para dejar atrás décadas de violencia que han marcado la historia social, política y económica de Colombia desde que se creó la República. Increíble, los que han tenido el poder político (familias con tradición política y aristocrática) no han podido, ¿o no han querido?, construir un país que supere la violencia. La pregunta válida es ¿por qué? Pues la respuesta se ha puesto en evidencia en esta negociación entre las partes sentada en la Habana, Cuba. Porque la violencia ha generado poder político, social y económico a una clase social que hoy, más que nunca, no quiere devolver lo que obtuvo por medio de la guerra: Tierra. Y es obvio, la posesión de la tierra genera poder y ganancias. Por eso uno entiende la lógica de la paz desde esa perspectiva, pues la paz implica devolver lo que se obtenido por medio de la guerra, devolver la tierra.  

Guardando las proporciones, un buen novelista podría lograr que el conflicto armado que ha padecido Colombia encaje dentro del marco de la novela Guerra y paz, de León Tolstoi. La novela de Tolstoi abarca un poco más de cincuenta años de historia rusa (los mismos años que tiene el conflicto armado colombiano), tiene aristocracia (para el caso colombiano, los que no quieren devolver las tierras despojadas), hijos que van a la guerra (igual, en Colombia los hijos que van a la guerra son los de los pobres, no los hijos de la aristocracia), se plantea un mundo viejo y un mundo nuevo (como en la novela, el mundo viejo en Colombia es la guerra y el mundo nuevo es la paz), se platean reformas, pero manteniendo una división de clases (eso quiere la aristocracia colombiana, reformas que cambien las cosas sin que cambie nada: La tierra para el que la despojó, una clase que todo lo tiene y otra que no tiene nada).

Como en la novela de Tolstoi, repito, guardando las proporciones, la gente halla felicidad (en Colombia se refleja en eso que dicen que “tenemos el índice de felicidad más alto del mundo”), la gente espera grandeza (la grandeza de los despojadores para tener la voluntad de entregar las tierras robadas), la gente padece el dolor y la humillación (sin palabras).

Hemos vivido, generación tras generación, nuestra propia novela de violencia, de guerra, de despojo, de humillación, de dolor…Y ahora que estamos encontrando un camino de paz, nos quieren empujar de nuevo a la guerra. ¿Lo permitiremos?