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Bendiciones ocultas de una enfermedad

En ocasiones la enfermedad es percibida como un castigo, como un karma, una penitencia, una forma de sufrimiento, una maldición, un castigo de Dios, una racha de mala suerte.

La enfermedad puede conducir a la angustia, la desesperación o la rebelión contra Dios. Puede ser vista como algo nefasto que infunde temor, que humilla, que convierte al más fuerte en un ser débil y vulnerable.  Puede abrumar el alma, producir mucho dolor corporal, causar grandes inconvenientes y limitaciones; generar rechazo o estigma social.

Pero en medio de una larga y ardua recuperación, entre hospitalizaciones, terapias físicas, toma de fármacos, encuentros consigo mismo y conversaciones con Dios, un día la persona logra comprender, las bendiciones ocultas de una enfermedad.

La enfermedad puede convertirse en una manera de encontrar el equilibrio, el remedio emocional, espiritual o inclusive físico.  Permite a la persona darse cuenta, que si da cabida al pánico y el miedo, éstos se apoderan de la mente, acorvando, impidiendo el paso a la esperanza y la sanación.

Enseña a la persona a verla como una compañera de camino que aunque nadie desea, invita, ni llama y se presenta sin avisar; permite valorar la salud, cambiar hábitos de vida, ser más responsable consigo mismos y pensar en el sufrimiento que se causa a los demás, en particular a los seres queridos.

La enfermedad ayuda a suavizar los corazones de los hombres, es una consejera del alma que ayuda a poner en perspectiva lo realmente importante. Enseña que el dinero no lo es todo en la vida, que lo costoso, las fiestas o los lujos, se convierten en miserables consoladores en la vida mundana.

Recuerda a la persona que tiene un cuerpo que poco a poco se deteriora, que se ve expuesto a múltiples amenazas, que es proclive a estropearse y que a pesar de sus mecanismos de control, eventualmente la muerte tocará un día cualquiera.

Enseña que el ser humano está de paso por este mundo, que no vale la pena desperdiciar el tiempo en rencores-  Que el proceso de envejecimiento es inevitable y que nadie es indispensable, de tal manera que ayuda a entender, que no es sano establecer relaciones de dependencia, ni llenar vacíos emocionales de otros o de sí mismos.

Y aunque se proteste de la suerte, de la vida, de Dios o se responsabilice a los demás de lo sucedido, nunca se debe olvidar que la enfermedad puede ser un aliado y uno de los mejores remedios, para acabar con las debilidades, banalidades, orgullos y defectos que impiden cambiar, crecer y reaprender.