En reiteradas ocasiones he afirmado por este medio que: “si no se habla de lo que pasa, se deja que pase”. En efecto, lo que ocurrió la semana pasada frente a las declaraciones tan despectivas y peyorativas por parte de la funcionaria de la alcaldía encargada del espacio público al identificar el trabajo ambulante como lo que ocurre con las “cucarachas”, ha suscitado cierto descontento y, por qué no decirlo sin temor a equivocarme, un sentimiento de indignación dentro de este grupo de personas. ¿Por qué recordar un seceso que ya ocurrió? Pues bien, me permito hacer memoria de ello porque precisamente el olvido es lo que garantiza que las injusticias prevalezcan en la vida de los hombres. ¡Hay que hacer memoria, es urgente! Cierto día, pasando por el parque Santander le pregunté a una vendedora de frutas que qué opinaba sobre las afirmaciones de la funcionaria. Antecedido por fuertes palabras, la señora me sostuvo que eso es una muestra de cómo la gente de “arriba” desconoce la realidad de los de “abajo”. Y así quedó todo. Pero sentí que debía re-avivar esto. Si bien es cierto que Neiva tiene serios problemas de espacios públicos peatonales, también no habría lugar para negar las diversas expresiones de trabajo “informal”.
Hay una gran parte de la población que sobrevive de la venta ambulante, eso es evidente. No obstante, ¿cómo entender eso que llaman “espacio público” y sus beneficiados? Ante la exigencia del efecto de la globalización económica, tan propio de las sociedad liberales – pero no libres – de hoy día, ubican a los actores de dicha económica dentro de una “forma” la cual está determinada por la declaración tributaria a través de los impuestos, siendo éstos los garantes para que los servicios o productos gocen de ciertas condiciones de consumo. Pero, paralelo a esto, se encuentran los “inmigrantes” de esta globalización económica, los actores “sin papeles”. Condenados a una “informalidad”, a una carencia de título, por ausencia de papeles, los vendedores “no-formales”, parecen tener forma pero pocos, o nadie, la ven.
La razón de la lucha de los “sin papeles” es porque su “no-forma” deje de ser invisible y pase a ser visible en la vida pública. Ahora bien, ¿a qué llamamos la “no-forma”? la no-forma es aquello que escapa a la inmediatez sensitiva. Si lo formal está dado por los papeles y títulos para actuar en la vida pública; la forma de los “no-formales”, de los “sin papeles” estaría expresada en las millares de intencionalidades por las que cada día estas personas, lejos de ser como cucarachas, se resisten a renunciar su participación en la sobrevivencia (¿o vivencia?) dentro de la vida pública. El “ser” ciudadano no se debe entender como un grado o status social, ni mucho menos como un título. El ser ciudadanos está definido por el actuar. Empero, no hay que olvidar que estamos en la “sociedad de los papeles”, sin ellos, parece que ningún conocimiento, habilidad o trabajo no tiene forma; estamos condenados a vivir en una sociedad informal.