Un aspecto fundamental de la teoría ricardiana del desarrollo económico se encuentra en su LEY DE LOS RENDIMIENTOS DECRECIENTES: a medida que aumentan la población y la demanda de alimentos es necesario seguir cultivando tierras menos fértiles.
Es decir, Ricardo creía en una disminución progresiva de la fertilidad de la tierra y en una elevación continua de los precios de los alimentos. Pensaba que los salarios nominales tendrían que ir subiendo para mantenerse al nivel del costo ascendente de las subsistencias, si bien los salarios reales no necesitaban subir. La renta del terrateniente subiría de forma constante y con la misma constancia bajarían las utilidades del capitalista.
La teoría de la renta de Ricardo lo lleva a una conclusión más brutal: “El interés del terrateniente es siempre opuesto al del consumidor y el manufacturero…Interesa al terrateniente que aumente el costo de producción del cereal, lo cual no favorece al consumidor…ni al industrial…Por lo tanto, todas las clases, excepto los terratenientes, serán perjudicadas por la subida del precio del cereal…”
Comenta Eric Roll que, por una parte “Ricardo pinta un cuadro pesimista del futuro. Y, por otra, destruye implícitamente la armonía de los intereses sociales que Smith se había tomado el trabajo de establecer. El interés del terrateniente se opone ahora no sólo al del obrero y el industrial, sino que también entra en pugna con el interés general de la sociedad. Exige que el precio de los alimentos suba constantemente, mientras que los capitalistas y los obreros desean un costo bajo de las subsistencias”.
Y agrega Roll: “es cierto que este pronóstico descansaba en una interpretación engañosa da la teoría diferencial de la renta. Aunque se cultiven tierras cada vez más pobres, a medida que la sociedad progresa, la aplicación de las ciencias a la agricultura puede compensar el agotamiento del suelo utilizado. La ley de los rendimientos decrecientes sobre la cual basó Ricardo la teoría de la renta y Malthus la de la población, no es aplicable a circunstancias de cambio”[1].
Lo importante de resaltar aquí es el reconocimiento de la lucha o contradicciones de clases que hace Ricardo y, como correlato, una idea que también se insinuaría, consistente en aceptar la desaparición futura del capitalismo, o sea, que este no es algo “natural” ni está cimentado en un supuesto orden natural y eterno preexistente al ser humano.
Resulta interesante, también, registrar las palabras de John Chamberlain frente a la “ley de los rendimientos decrecientes” y sus consecuencias:
“Aceptando literalmente las conclusiones de Ricardo… según las cuales el “progreso” beneficia al terrateniente, dejando al capitalista y al trabajador para disfrutarse las sobras…Marx y Engels añadieron el supuesto, bastante natural, de que el capitalista, presionado, no permitiría al trabajador suficiente dinero como para reproducirse. En efecto, la “lucha de clases”, admitida explícitamente por Ricardo, deberá eventualmente llegar a esta etapa si realmente es una lucha de clases. Por cierto que un sistema que explota a sus trabajadores no puede tener un amplio mercado interior para el consumo de sus productos ni una saludable fuerza laboral para la segunda generación”[2].
Según Ludwig von Mises –economista austriaco, historiador, filósofo y escritor partidario del mercado libre y de la no intervención del Estado en la economía, pues lo contrario atentaría contra el “orden natural”- los economistas clásicos se plantearon y aspiraron a resolver la siguiente pregunta: ¿qué efectos produce el librecambismo de bienes de consumo entre dos países, supuesta la inmovilidad de capital y trabajo entre los mismos?
De acuerdo con von Mises, “Ricardo dio cumplida respuesta a la interrogante. Según él, la producción se distribuye entre las diferentes naciones de suerte que cada país dedica sus recursos a fabricar aquello en que tiene mayor ventaja competitiva respecto a los demás…La teoría librecambista clásica sostiene que existen países que de momento gozan de mayores riquezas en el orden productivo que otros. Si no hay interferencia gubernamental, agrega la doctrina, cada nación hallará su lugar en el mundo y producirá lo más posible independientemente de cuáles sean sus recursos naturales en relación con los que disfruten otros territorios.
Habrá, desde luego, unas regiones más ricas que otras, pero es éste un hecho que ninguna medida política puede variar. La naturaleza, sin apelación, así lo ha determinado”[3].
En otros términos la solución al problema planteado en la Ley de los rendimientos decrecientes radicaba, según Ricardo, en importar alimentos de otros países. Queriendo demostrar que Inglaterra se beneficiaría si se especializara en producir bienes manufacturados para exportarlos a otros países e importar a cambio alimentos, Ricardo desarrolló su TEORÍA DE LA VENTAJA COMPARATIVA.
Demostró la existencia de beneficios económicos si se comercia entre países, beneficios determinados por la comparación de lo que cuesta producir cada bien dentro de cada país, y no por la comparación de los costes entre países. Los países mejorarán su situación en los intercambios si se especializan en la producción de aquellos bienes que producen de forma más eficaz e importan los demás bienes.
Esta teoría de David Ricardo constituye la base del librecambismo del siglo XIX. (Continuará).