Chalán de reconocidas pistas colombianas y experimentado adiestrador de campeones, Hernando Álvarez Espinosa ha recorrido el país entero con su arte Chalán de reconocidas pistas colombianas y experimentado adiestrador de campeones, Hernando Álvarez Espinosa ha recorrido el país entero con su arte. ‘El Paisita’, quien fue el cuidador de los ejemplares del Clan Ochoa está radicado en el Huila desde hace varios años y vive humildemente en el Caguán. El hombre compartió con LA NACIÓN los secretos y la pasión de su profesión. GINNA TATIANA PIRAGAUTA G. LA NACIÓN, NEIVA Hernando Álvarez Espinosa lleva 40 años adiestrando caballos. El manizalita de 63 años de edad, descubrió su pasión por los corceles desde sus primeros años de vida. En su infancia, pasaba las horas enteras con los chalanes huilenses que contrataba su padre, Pedro Antonio Álvarez, para que trabajaran en la finca familiar ubicada en La Victoria (Caldas). Con grandes maestros aprendió los secretos para tratar a los ejemplares y enseñarles la docilidad, obediencia y elegancia al caminar, que se necesita para las grandes exposiciones equinas. Asegura que para conseguir a los campeones hay que tenerles a los animales una paciencia infinita, tratarlos con desbordante amor, ser constantes con el ejercicio diario y exigirles con disciplina. Sin embargo, para el hombre es fundamental la genética del ejemplar. Esa es una falencia que identifica en el departamento del Huila, donde la pasión por los caballos es inmensa y hay grandes amantes de la actividad. “Falta un buen criadero en donde se encuentren caballos pura sangre. Aquí con unos buenos reproductores haríamos un trabajo excelente. En la región hay chalanes muy profesionales, montadores con una experiencia envidiable y fincas con muy buenas capacidades técnicas. Además, los patrones en el Huila son excelentes, cuidan y quieren a los caballos”, aseguró ‘El Paisita’ como es conocido en los establos colombianos. Proceso El adiestramiento de bestias lo inició con cinco yeguas que le dio su padre, cuando aún era un adolescente. Fue vaquero, mayordomo de haciendas y cuidador de caballos. Aprendió a palpar e inseminar el ganado, así como a castrar cualquier tipo de animal. Algunas personas creen que por la perfección de su arte, reza a las bestias o tiene un pacto con el Diablo. Él asegura que su secreto está en mimarlos y tratarlos con paciencia. “En una oportunidad una patrona se escondió durante dos horas en el monte para ver qué era lo que yo le hacía a los animales. Ella quedó deslumbrada por mi trabajo, decía que yo quería mucho a los caballos y que los trataba muy bien. Esa es la mejor carta de presentación para un adiestrador.” Recorrió el país entero trabajando con las bestias y fueron múltiples las alegrías que recibió por su labor. Hoy vive humildemente en el Caguán, donde desarrolla su actividad con familias de la región. Sin embargo, el hombre trabajó durante siete años con el clan de los Ochoa, de quienes aseguró, tenían los mejores ejemplares del país. También cuidó de los caballos de Pablo Escobar, de quien afirmó fue siempre un patrón correcto y amable con los empleados. Sin embargo, las actividades de sus jefes nunca fueron una preocupación suya y se centró siempre en los excelentes corceles con los que trabajaba. Para él, la mayor satisfacción es la de obtener un campeonato o mínimamente el primer lugar. “El segundo puesto no me sirve para nada. Después de tanto trabajo con un animal, para qué eso”, manifiesta airadamente. Adiestramiento Para adiestrar un caballo de exposición, Hernando Álvarez dice que se requiere mínimamente de seis meses de arduo trabajo. Para que un ejemplar aprenda a girar su cabeza hacia a la derecha o a la izquierda, el paisa trabaja ininterrumpidamente durante un mes. “Es necesario consentir al animal, hablarle y darle confianza”. Durante este tiempo, la educación la realiza en el suelo, sin montar al alazán y pacientemente le enseña como girar. Posteriormente le pone al caballo un ‘padrino’, es decir, un ejemplar experimentado y dócil que guía al aprendiz en el camino. “Cuando el animal aprende ya le da pena tener al lado al padrino, entonces uno ya lo monta solo y empieza a pulirle el paso”, comentó mientras tomaba un largo sorbo de café y daba una bocanada a su cigarrillo. “El Paso del Ocho exige dedicación y constancia. La docilidad y obediencia del caballo son fundamentales para un jurado”, aseguró. Los ejemplares están listos cuando están entre los 28 y 30 meses de edad. A los 7 años ya son jubilados. Alegrías y penas Innumerables triunfos en campeonatos de todo el país son su carta de presentación, su mayor orgullo y sus más grandes alegrías. Sin embargo, un accidente en la profesión lo privó de ser padre de familia, cuando aún era muy joven. “Marcando un ganado, una bestia me pateó en los genitales. La recuperación fue dolorosa y lenta, duró como ocho meses. Por eso no pude ser papá”, asegura con entereza. Sin embargo, a sus caballos los trata como a sus hijos, los cuida, los mima y les exige. ‘Faisán’, su caballo y fiel escudero, trabaja con el hombre cinco días a la semana. Sagradamente descansa los sábados y los domingos del duro trajín diario. Ante el llamado de Hernán, ‘Faisán’ acude inmediatamente como si fuera un obediente canino. Los vecinos buscan al hombre para que sane los huesos tronchados, castre los perros de las fincas cercanas o los asesore con cualquier dificultad con los animales. De diversas partes del país es requerido para que adiestre a las bestias. El hombre vive solo y humildemente, trabaja todos los días y habla constantemente con los animales. Adiestrando la vida, ‘El Paisita’, recorre los caminos del Huila. La docilidad y elegancia del animal son el trabajo que realiza ‘El Paisita’ con yeguas y caballos. Todos los detalles son importantes para el jurado. En la dentadura del animal establecen la edad biológica del ejemplar. La obediencia de ‘Faisán’ es exhibida con orgullo por el adiestrador. Fotos Ginna Piragauta. La castración de cualquier animal es una de las actividades practicadas por Hernando Álvarez.