Marta y Violeta del Mar, hablar de muerte en el caso de hombres como Uverney es una ficción. Él sigue con ustedes y nosotros, está en ese pueblo al que tanto amó. Vive en las hojas de su revista Lanzas y letras, en su lucha por la vigencia de los Derechos Humanos, en su palabra de maestro sembradora de interrogantes y rebeldías. Estará en las asambleas de los trabajadores petroleros, en las marchas de los estudiantes y los campesinos. Su voz continuará unida al dolor y la esperanza de los despojados. La escucharemos en los discursos en defensa del territorio, el agua y la soberanía nacional. Hablar de Uverney es decir solidaridad, amor, futuro, sensibilidad y pensamiento. Hoy es un triunfador, su palabra viva ha vencido a la pelona que huye en fracaso a sus cuarteles.
La de ficción es la muerte, esa irresistible buscona de huesos que va tras nosotros a cada paso por el mundo, como la imaginó Baudelaire. Uverney es vida, es humanidad, es su sonrisa de hombre bueno y sensible, es su casta de dirigente popular, es honrar a los ideales más nobles del ser humano. Es rebelión permanente contra el olvido, la indiferencia y la injusticia.
La tierra lo aguarda con un abrazo perpetuo de donde germina el aroma y el color de los jazmines. Lo acogerán las lagunas azules, los arroyos de cristal y el Magdalena; se hará uno con los labrantíos en un lecho de humedad. Lo requieren los espíritus de la caña y del café; ya comenzó a meditar con la grey de las voces ancestrales y las quenas.
Desde aquí, en un amanecer alado, Violeta y Marta te contarán que al fin Colombia es libre. Tú desde allá con nosotros, los amigos de siempre, celebraremos con los aires del Sur del Pacandé. Se verá sonreír a los niños, danzar a las mujeres, el abrazo de paz de los hombres, la llegada del son de la alegría; y el descalabro de la guerra, la maldad y las iniquidades. Entretanto un hasta pronto, “compañero del alma, compañero.”