En cualquier ámbito de la vida humana, pueden surgir situaciones que nos lleven a experimentar angustia, desesperación, miedo, fracaso o en el peor de los casos, caer presos de una desesperanza aprendida; donde perdemos la motivación para alcanzar los sueños, renunciar a toda creencia de que las cosas salgan bien o se resuelvan de la mejor manera posible.
Muchas historias de vida avanzan por caminos no siempre fáciles de recorrer; llenos de altibajos, dificultades, derrotas, retrocesos o sufrimientos. Historias que quedan impresas en la memoria, a través de recuerdos que nos mantienen atados con el pasado, con sentimientos y resentimientos, que hacen más difícil superar historias de dolor.
Desarrollar competencias que nos ayuden a afrontar de manera exitosa los problemas de la vida o los traumas sufridos, nos compromete a desarrollar la Resiliencia; una capacidad que permite transformar nuestras vidas, relaciones o circunstancias; sobreponernos a la adversidad; levantarnos cuando caemos; aprender del error; no sentirnos fracasamos o creer que somos incapaces de salir adelante, cuando otros nos fallan.
Los padres de familia tenemos la misión de desarrollar en nuestros hijos fortalezas emocionales, cognitivas y comportamentales. Estamos llamados a ser esposos y padres resilientes; que nuestros hijos vean en nosotros, personas capaces de mantener niveles óptimos de funcionamiento físico, mental y emocional, a pesar de situaciones adversas vividas.
En la familia, los hijos tiene sus primeros aprendizajes de valores que están presentes en cualquier historia resiliente. Valores como la equidad, justicia, participación, tolerancia, respeto, afecto, protección y dignidad, nos permite mantener una mayor coherencia en nuestras actividades cotidianas; alcanzar una vida más positiva, productiva y proactiva; permiten aprender de los errores y crecer en las crisis, sin comprometer la integridad de los integrantes de la familia.
SALIR ADELANTE
La resiliencia ayuda a las personas, a salir avante luego de verse expuestas a situaciones crónicas, críticas, condiciones sociales como pobreza; superar la exposición de un evento traumático como un abuso sexual; una adversidad como la guerra o un terremoto; ayuda a mantener una visión positiva, pero realista de una situación; aceptar lo inevitable; permite expresar sentimientos de enojo, culpa o rabia, sin recurrir a actos violentos.
De igual manera ayuda a establecer buenas relaciones con familiares, amigos y personas importantes en nuestras vidas; permite que las crisis no sean vistas como obstáculos insuperables o insalvables, disminuyendo los niveles de angustia asociados a las mismas; aceptar el cambio como parte normal de nuestras vidas y ser visualizado como un aspecto positivo, como algo que permite demostrar la capacidad de enfrentarse a las “sorpresas” de la vida con optimismo, serenidad y esperanza; convirtiéndose en un recurso excelente para el afrontamiento de las amenazas y el estrés.
Contar al interior de la familia con un sistema de valores humanos, creencias que trasciendan los límites de la propia experiencia; visualizar la realidad de una manera más realista por dolorosa, incierta o alarmante que parezca; otorgar mayor sentido a los acontecimientos y alimentar la esperanza; nos compromete a observar más nuestras acciones, ser autocríticos, aceptar los errores y virtudes.
EL CONTROL
Para fortalecer la resiliencia en la familia, se debe ofrecer a los hijos oportunidades que les permitan tomar el control de sus vidas; brindarles herramientas que les permitan afrontar las dificultades, estimular el desarrollo de las capacidades de escucha, expresión verbal y no verbal; trabajar valores como la tolerancia, paciencia, empatía; fortalecer el manejo de la ira, el enojo, la frustración; desarrollar habilidades y aptitudes que permitan tolerar las discrepancias, para la solución pacífica de conflictos.
La familia está en capacidad de hacer frente a la adversidad, sobreponerse y lograr que sus miembros se vean fortalecidos o transformados por la misma. En la medida que al interior de la misma se construya y fortalezca un sistema de creencias que oriente hacia la recuperación, sus miembros lograrán una mayor cohesión, apoyo mutuo, trabajo colectivo, respeto y comunicación, le será más fácil hacer frente a los estresores que le afectan; haciendo de ella, una familia resiliente.
Hoy más que nunca necesitamos construir familias resilientes, promover una mirada positiva de la familia que permita reconocer sus fortalezas, superar prejuicios, evitar su autodestrucción o la permanencia de factores de riesgo como padres drogadictos, pobreza, desplazamiento, exposición a conflictos familiares,psicopatologías, negligencia o exclusión social; contribuyendo a generar contextos más saludables y seguros para todos.