Es fácil darse cuenta de la creciente aceptación que Carlos Julio Gonzales Villa recibe día a día. El Huila acoge con amplia complacencia su propuesta de gobierno; y la gente, que no tiene un pelo de boba, ha aprendido a escucharlo, entenderlo y apoyarlo.
En el sur del departamento es un hijo más; son multitudinarias sus reuniones y las caravanas que lo acompañan en la mayoría de sus desplazamientos. La seriedad de su propuesta; la responsabilidad en su vida pública; y el interés por sacar el Huila adelante, son factores que calan en el ideal de los opitas.
Sin venderle el alma al diablo, y sin firmar acuerdos marrulleros entre históricos enemigos ambiciosos, el “2×1” se sigue abriendo camino a pasos agigantados. Un gobierno no puede cultivar un futuro promisorio si sus bases languidecen, podridas, entre acuerdos sectarios y egoístas, buscando el usufructo individual para cada jefe interviniente. El único compromiso válido que se debería hacer en una campaña es el compromiso con la comunidad, con la región en general, no con dos o tres buitres que aporten dinero y prebendas.
Carlos Julio le apunta a trabajar en aspectos específicos, coyunturales para el progreso del Huila. Habla con propiedad, lo respaldan más de 20 años dedicados al ejercicio público, donde los reconocimientos no se han hecho esperar. Como lo mencionara en uno de sus debates, en su época senador tuvo la responsabilidad de afrontar discusiones trascendentales sobre temas definitivos para el país en espacios internacionales. La Universidad de Georgetown, en los Estados Unidos, lo eligió como uno de los mejores parlamentarios del país, y no precisamente por andar vendiendo chismes de pasillo. Tiene inteligencia y capacidad de gestión y liderazgo, cosas indispensables para ejercer un gobierno con autoridad y criterio.
Aunque se creía que para su crecimiento sería fundamental el acompañamiento directo de su hermana Cielo, lo cierto es que aún sin ella Carlos Julio pudo posicionarse como la primera opción para ocupar el máximo cargo administrativo del Huila. Solo hasta hace unas semanas la exgobernadora se puso el overol en firme, y ha comenzado un trabajo paralelo al de su hermano, consiguiendo estructurar dos campañas en una, lo que fortalece y potencializa aún más sus aspiraciones.
Carlos Julio no le huye a los debates, no le teme al contrapunteo político. Defiende su postura de frente, en todos los escenarios a donde lo inviten. Asiste con igual interés y ánimo tanto a las plazas atiborradas de seguidores en los municipios, como a las socializaciones académicas y gremiales; y ni qué decir de su plena disposición para acompañar hasta la más sencilla reunión en una casa de familia, donde el único aperitivo es escucharlo con atención, y degustar una mantecada con Cola Cóndor.
Si el camino es la educación hacia una sociedad más justa, progresista e igualitaria, una eventual gobernación suya le abriría muchas puertas y espacios al desarrollo social y productivo del Huila. Lo han conseguido otros líderes, en otras regiones, demostrando que con capacidad y convicción sí se pueden realizar transformaciones fundamentales a comunidades estancadas y secundarias. Y aunque pueda ser yo tildado de acudir al propagandismo político, lo cierto es que lo aquí dicho no constituye ninguna mentira o embuste. No se puede encontrar en ninguna otra campaña, propuesta o figura, los elementos óptimos e idóneos que superen los propuestos por Carlos Julio y su equipo.
Y así como se tituló ésta columna, las personas se encuentran decididas y dispuestas a brindar su voto de confianza para escoger la mejor opción para comandar el departamento los próximos cuatro años; no porque se les compre la conciencia, sino porque se les convence con argumentos, con propuestas y fundamentos, como deberían siempre hacerse las cosas.