Es, y debe ser, el tema más importante que el país se imponga desde ya como agenda de debate nacional. En aras de la seguridad alimentaria, que hace parte integral de la soberanía de cualquier país – o de aquel que se precie de su independencia – el asunto agrario tiene que aparecer sin ninguna duda en la línea prioritaria de todos los colombianos.
Y por ello debemos resaltar, como aspecto altamente negativo, el hecho de que las organizaciones de cultivadores de base se hayan retirado de la mesa en la que el Gobierno, en desarrollo de sus compromisos, instaló el Pacto Nacional por el Agro y el Desarrollo Rural.
Lo inadmisible es que se hayan retirado algunos sectores recalcitrantes de unas discusiones que ni siquiera habían comenzado, y lo hagan alegando que allí están otros gremios e instituciones que no comparten sus postulados, y que el Gobierno tiene unas políticas que no comparten. ¡Pero por supuesto que de eso se trata, de discutir sobre las diferencias, de negociar sobre lo que unos piensan y otros no, de plantear cada cual sus argumentos, de sostener unas tesis y defenderlas!
De esta manera no podemos menos que decir que es pobre, muy pobre, la tarea que algunos dirigentes campesinos entre ellos los del Huila han hecho al retirarse del Pacto cuando éste ni siquiera se conocía en su agenda. No puede uno esgrimir como argumento el hecho de que los demás participantes no están de acuerdo conmigo, y por ello tirarles la puerta y salir de la reunión. Ese es precisamente el objetivo del Pacto Nacional convocado por el presidente Santos: que todas las partes expongan sus tesis, sus ideas y sobre ellas se discuta, se pelee y se tomen decisiones – no por unanimidad, que ello en sano juicio nadie lo pretende – sino por el necesario consenso que se requiere para un tema de tanta trascendencia.
¿Dónde más sino en esa gran mesa nacional es que se van a tomar decisiones que atañen a millones de colombianos, mejor dicho nos incumben a todos, seamos o no agricultores? Pues ahí donde están el Gobierno que administra el país, el Congreso que legisla, los gremios que representan el capital, las instituciones que ejecutan las políticas y los líderes campesinos que – de primera mano – conocen la realidad de cada sector: paperos, cafeteros, lecheros, cacaoteros, cebolleros, frijoleros, paneleros, cereales y citricultores, entre otros. A ellos se les brindó el espacio para concertar, para debatir, analizar y tomar las mejores decisiones en pro de esa seguridad alimentaria de la que tanto se ha empezado a hablar ahora. Lastimosamente, en una actitud cerrada y poco visionaria no quisieron participar.
Ahí queda entonces planteado el Pacto, para delimitar cada uno de los terrenos e intereses en juego: los pequeños campesinos, la gran agroindustria, los importadores y exportadores; la creación de fondos de tierras, la legalización de millones de predios, la calidad de la vida rural, la inclusión de las mujeres campesinas. En fin, el diseño de una verdadera política agraria, como no la tiene Colombia en tantas décadas.
Ojalá los líderes campesinos recapaciten, sienten cabeza y vuelvan a esa mesa que nos definirá el futuro a todos.
“Ojalá los líderes campesinos recapaciten, sienten cabeza y vuelvan a esa mesa que nos definirá el futuro a todos”.
Editorialito
En menos de dos años de su mandato, el alcalde de Neiva Pedro Hernán Suárez, ha ejecutado el 62% de su plan de gobierno, según lo reveló en la rendición de cuentas. Con seguridad, las metas se están cumpliendo. Ahora, en la recta final, el gran reto es ejecutar. Ese debe ser el verbo que deben conjugar todos sus funcionarios.
