Es francamente deplorable el panorama de degradación que presenta la política nacional. Y lo más grave es que proviene justamente de los más reconocidos líderes del país, incluyendo a la mayoría de ex presidentes. El lenguaje que están usando es un pésimo ejemplo: “violador”, “castrado”, “piltrafa humana”, “homosexual”, “mafioso”, “homúnculo”, “con sida en el alma”, “traidor”, “paramilitar”, “desleal”, “auxiliador del terrorismo”.
Este, quién lo creyera, es el día a día de un debate político envenenado y cargado de odios, en el que las propuestas y las ideas –que deberían ser lo fundamental en estas épocas preelectorales- han quedado relegadas a un segundo plano o son inexistentes.
Los insultos de parte y parte crecieron en forma exponencial sobre todo después de que el Centro Democrático, con el que el expresidente Álvaro Uribe aspira llegar en masa al Congreso, revelara su lista al Senado y en ella aparecieran algunas personas que otros sectores cuestionan. Salen entonces a flote vínculos familiares, o por haber tenido en el pasado o tener en el presente líos con la justicia o solo porque algunas de sus actuaciones, durante los ocho años de mandato Uribe especialmente, generaron controversias y polémicas que aún no pasan.
Y aunque, vale reconocerlo, el mismo Uribe salió a disculparse de las actuaciones de su ex consejero y candidato al Senado José Obdulio Gaviria, el clima sigue en alta tensión mientras los colombianos no terminamos de comprender a qué horas este país que se precia de hablar el mejor español del mundo, es en este momento un tinglado gramatical del peor nivel. Y a casi nadie le interesa lo que debiera ser: que se discutan las ideas, que se debatan las necesidades nacionales, que se argumente a favor o en contra de tal plan o proyecto, que se acuda al ingenio y a la creatividad para confrontar las diferencias.
La agresividad verbal que comienza a sentirse en las campañas es una demostración del alto grado de polarización del país. Pero ante todo, la falta de altura de un debate político, que por esencia debiera orientarse hacia los grandes temas de la agenda pública, está encendido por temas ajenos al interés general.
Y de paso, demuestra también, la calidad de unos contrincantes, que no serán los mejores exponentes en un congreso llamado a darle al país, una nueva orientación.
Lo menos que podemos esperar es que nuestros líderes, que por ello lo son y tienen altísimas responsabilidades, recapaciten, mojen sus cabezas en agua fría y bajen el tono pendenciero y vulgar que se les volvió cotidiano.
DESTACADO
“La agresividad verbal que comienza a sentirse en las campañas es una demostración del alto grado de polarización del país”.
Editorialito
Seis meses después de la avalancha del río Baché, que dejó graves afectaciones en materia de infraestructura, no hay ninguna solución concreta para la reconstrucción. Santamaría, se debate en el olvido. No es posible que las comunidades afectadas sigan padeciendo los efectos sociales de la emergencia que no se han superado.