El amor por los animales de Aura Vásquez Vargas no tiene límites. Ella ha llegado al extremo de convertir su casa ubicada en el barrio Trinidad, en un improvisado albergue para perros abandonados, donde les brinda alimento y cariño. El amor por los animales de Aura Vásquez Vargas no tiene límites. Ella ha llegado al extremo de convertir su casa ubicada en el barrio Trinidad, en un improvisado albergue para perros abandonados, donde les brinda alimento y cariño. LA NACIÓN, PITALITO RODRIGO ROJAS GARZÓN A pesar de que esta laboyana de 50 años bien podría estar entre una de las tantas colombianas que vive de una pensión heredada de su esposo, ella decidió dedicar estos recursos a la manutención de los perros que la acompañan en su casa y los que puede ayudar en la calle. Al ingresar a su humilde vivienda, -una vieja casona corroída por las goteras y el hollín- es recibida por canes de diversos tamaños, edades y razas que ladran, husmean y miran con desconfianza, armando un círculo a su alrededor como queriendo protegerla de algo. Poco a poco se van dispersando, y luego del efusivo saludo regresan a la normalidad. “No los puedo ver abandonados, siempre paro recogiéndolos de la calle”, dice doña Aura rodeada de sus “hijos adoptivos”, los que adora y tiene distribuidos por todos los rincones de su casa. Alimentación “Yo invierto toda la pensión que me dejó mi esposo en mantener los perros, pero me faltan recursos porque las necesidades son grandes, hay que darles comida y estar pendiente de la asistencia veterinaria, además de comprarles la droga”. El alimento nunca les falta, porque esta mujer, incluso se ha endeudado para cumplir con la manutención de los perros que durante el día llegan hasta su residencia. Arriban de diferentes sectores, algunos caminan grandes distancias con tal de recibir una porción de comida, dicen los vecinos del sector. “Quiero mucho a los animalitos, yo no permito que les hagan daño, me duele encontrar perros abandonados, enfermos, golpeados, este amor nació conmigo, producto de las enseñanzas de mi madre, y el reconocer que los animales también son una creación maravillosa de Dios, para brindarnos compañía y protección”. Destaca que en muchas ocasiones le ha correspondido recoger de la calle perros que han sido brutalmente golpeados por sus dueños y otros enfermos, que los han dejado abandonados a su suerte. “Muchos los he encontrado hasta quemados, los han incendiado con gasolina y los dejan para que se mueran. Yo he rescatado animalitos en muy malas condiciones, algunos se han muerto, no por descuido, sino por las afectaciones a causa de las lesiones o la gravedad de la enfermedad con que son encontrados”. Aura sigue feliz, caminando por las calles de Pitalito, y aunque sabe que no tiene dinero, no se resiste ante la presencia de un perro abandonado en la calle y termina reclutándolo para engrosar su perrera, que como ella misma los exclama, es su única fortuna. Aura Vásquez es feliz cuidando perros sin importar de donde vengan. Los recursos para la alimentación de perros los obtiene gracias a una pensión que le dejó su esposo.