La cifra es realmente absurda en pleno siglo XXI y con tantos avances tecnológicos, un grueso número de millonarios y personajes que nunca tendrán ni el tiempo ni la ocasión de gastar tanto dinero junto, datos escandalosos de desperdicio de comida y derroche en lujos ridículos.
La cifra es la de alrededor de 842 millones de personas, cerca de uno de cada ocho habitantes del mundo, que sufrieron hambre crónica entre 2011 y 2013, al carecer de alimentos suficientes para llevar una vida activa y saludable, según el informe publicado ayer por la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Y seguramente será un triste consuelo, pero la cifra de hambrientos se ha reducido puesto que en el período 2010 a 2012 era de 868 millones de personas.
Y claro, como tenía que ser, la gran mayoría de personas que pasan hambre viven en países en desarrollo, pero unos 15,7 millones lo hacen en los desarrollados, donde parecería inconcebible que hubiese personas sin acceso a alimentos. Dice la FAO que el constante crecimiento económico en los países en desarrollo ha mejorado los ingresos y el acceso a los alimentos, teniendo en cuenta que la mejora en la disponibilidad de la comida se debe a un repunte reciente en el crecimiento de la productividad agrícola, apoyado por el aumento de la inversión pública y el renovado interés de los inversores privados en la agricultura.
Es claro que el crecimiento económico es la clave para el progreso en la reducción del hambre, pero no ha podido llevar a más y mejores empleos e ingresos para todos, a menos que las políticas se dirijan específicamente a los pobres, especialmente en las zonas rurales. Es lo que señalan los expertos al presentar estas cifras del hambre; para tener una idea aproximada del impacto, el número de personas sin alimentos mínimos equivale a la población total de Colombia multiplicada por unas 20 veces.
Y suena a Perogrullo, y nos lo han dicho muchas veces sin que se vuelva realidad, pero se repite: en los países pobres, la reducción del hambre y de la pobreza sólo se logrará con un crecimiento que no sólo sea sostenido, sino que también sea ampliamente compartido. Y ello es porque el mayor dolor de las naciones con mayor pobreza es que tiene, a su vez, personas muy ricas lo que genera un notable desequilibrio agravado por el ejercicio de poderes excluyentes, élites centenarias y democracias endebles.
Ahora bien, la FAO nos dice que, superando el promedio mundial, el hambre en Latinoamérica y Caribe se redujo casi a la mitad en dos décadas, rebajando su tasa de hambruna en un 3,8 por ciento en las últimas dos décadas, al pasar del 14,7 por ciento en 1990 al 7,9 en 2013, y se sitúa a la cabeza de las regiones en vías de desarrollo para alcanzar los Objetivos del Milenio contra el hambre. Colombia ya tiene efectivos avances en la materia, que ojalá mejoren al igual que la reducción de la brecha de riqueza y pobreza.
“El número de personas sin alimentos mínimos equivale a la población total de Colombia multiplicada por unas 20 veces”.
Editorialito
Falleció María Eva Montealegre, una de las más genuinas promotoras culturales de la capital opita, quien encarnaba año tras año, en cada San Pedro, los personajes míticos. Partió al otro mundo, dejando como su legado la perseverancia y el amor por su terruño, el rescate de sus tradiciones y la recreación de sus leyendas.