Las pandillas, la drogadicción y la delincuencia hacen parte de la vida de muchos jóvenes neivanos. Algunos actores inmersos en esta difícil problemática, analizaron el flagelo para LA NACIÓN y presentaron su visión del bajo mundo. Informe especial. Primera parte. Las pandillas, la drogadicción y la delincuencia hacen parte de la vida de muchos jóvenes neivanos. Algunos actores inmersos en esta difícil problemática, analizaron el flagelo para LA NACIÓN y presentaron su visión del bajo mundo. Informe especial. Primera parte. GINNA TATIANA PIRAGAUTA G. LA NACIÓN, NEIVA Las armas para los jóvenes representan poder, estatus y reconocimiento social, asegura Jhon Medina*. Él es un adolescente de 16 años que vive en un sector subnormal de la ciudad y quien abandonó el colegio desde hace cuatro años. Desde entonces es un delincuente, adicto a diversas clases de drogas y se mueve como pez en el agua por el mundo del hampa. Cuando se levanta en las mañanas, se come un pan con tinto y sale a encontrarse con ‘el parche’, en la esquina del barrio. Allí se fuma su primer ‘bareto’ (un cigarrillo de marihuana) y junto a su grupo de amigos se pasa todo el día escuchando música, jugando futbol, consumiendo drogas y preparando las ‘vueltas’ (los actos delincuenciales), que realizarán en la tarde o en la noche. Para él su banda es lo más importante de su vida. La razón es que allí encuentra el respaldo, la atención y la aceptación que según él, no recibió de la sociedad, la escuela ni de su familia. Sin embargo, le preocupa mucho su mamá o ‘la cucha’, como la llama. La mujer es una madre cabeza de hogar que consigue diariamente el sustento para sus seis hijos, como vendedora ambulante en el microcentro de Neiva. Una pequeña parte de lo que Jhon hurta diariamente lo destina para su casa. El resto de sus ganancias lo gasta en su desaforado consumo de drogas y en la rumba con sus amigos. Él asegura que solo se puede entender la vida de una banda cuando se está dentro de ella. “Muchos chinos actúan normales en el colegio o en las casas, pero cuando llegan al parche es cuando se descarrilan”, aseguró. Este es el panorama que se repite insistentemente en la vida de muchos adolescentes neivanos. Sicarios En los grupos de jóvenes delincuentes el nombre del bandido se forja con el mayor número de robos o asesinatos cometidos. Entre más se acciones delictivas se realicen, mayor es el respeto que se genera entre los otros adolescentes. Julián Sánchez* tiene 16 años de edad y es sicario desde hace tres años. Él asegura que son los adultos los que motivan e inducen a los jóvenes para que asesinen y roben. “Le enseñan a uno y le dan confianza. Siempre le dicen que como uno es menor de edad no le va a pasar nada y que lo que tiene es que aprender rápido para que haga hartos trabajos antes de que saque la cédula.” Los sicarios construidos por la delincuencia común en poco tiempo superan a los maestros. Los jóvenes entrevistados dicen que el ‘Pirry’ fue formado como asesino por algunos adultos del barrio Galán. “El Pirry tiene mucha precisión para disparar pero es muy loco. Mató a un chino afuera de la escuela porque se le pareció a un enemigo, lo bajó de la moto con un solo disparo”, aseguró Julián. La ciudad de las drogas Mónica Rojas* considera que los lugares más duros en el bajo mundo de la delincuencia son las ollas, es decir los lugares de comercialización. Alrededor de ellos se forman las bandas de jóvenes delincuentes, que se encargan de atemorizar a los vecinos. “Neiva es una olla grande”, aseguró. Mónica es una joven expendedora de narcóticos que habita en el sur de la ciudad. Ella asegura que en Neiva el comercio de drogas es un negocio que se realiza en toda la ciudad. Según la adolescente, en el norte no hay un expendio grande sino que en muchas casas se venden las sustancias. “Las ollas están en Galindo, en la Usco y en el Triangulo. Allí la reacción de la Policía es mucho más rápida que en otros barrios. No es muy caliente pero hay mucha delincuencia”, dijo la mujer. Para Mónica, los lugares de comercialización de narcóticos se concentran en Las Palmas, el Galán, Panorama, Surorientales, Los Alpes, La Paz y San Martín. Además se encuentran los carteles más grandes de la delincuencia. “Si a usted le roban una moto fijo váyase para el Galán. Así no se la hayan quitado los ladrones de allá, ellos se la consiguen. Allá está el cartel.” Pandillas Julián asegura que en Neiva las únicas pandillas verdaderas son las de tradición familiar. Las otras son bandas, es decir, grupos de jóvenes delincuentes. “En las pandillas hay hermandad, aquí no hay eso, aquí cada cual se salva como puede”, manifestó “En Galindo están Los Bizcocheros y Los Pitufos. Ellos se odian entre sí y tienen una guerra cazada desde hace bastante tiempo. En el sur están los japoneses y Los Colitas. Usted no puede tener problemas con ninguno de ellos porque se echa encima a toda una familia. Ellos por la sangre se hacen matar”, manifestó. Mónica considera que entre los grupos de adolescentes hay mucha intolerancia. “Si alguien me miró mal o me dijo cualquier cosa, pues esa ya esa es una razón para matarlo. Los muchachos siempre marcan territorio y tienen que mostrar que son parados”, aseguró.
Causas según los actores Entre los jóvenes entrevistados por LA NACIÓN, la causa de la delincuencia se relaciona siempre alrededor del consumo de drogas y alcohol. El grupo de amigos se constituye en un núcleo más fuerte que la familia, porque los jóvenes pasan todo su tiempo junto a ellos. Muchos adolescentes crecen en un ambiente delincuencial y perpetuán el modelo de vida de sus vecinos, padres o familiares, al no tener opciones de trabajo o de estudio. La tradición de robo, mentiras y muerte es heredada en los sectores más deprimidos de la ciudad. “Son pelados que crecen en medio del consumo drogas y de los bandidos. Los niños corren medio desnudos desde los dos o tres años de edad, en medio de peleas, drogas y vueltas. Son su hábitat”, dijo Julián. Barrismo y delitos Muchas de las barras de hinchas de futbol existentes en la ciudad, están ligadas a la delincuencia. En estos grupos, el elemento identificador son las camisetas y los trapos (las pancartas en tela que cuelgan en el estadio). Sin embargo, la esencia futbolística se ha diluido en los robos, agresiones y muertes. “Aquí en Neiva no hay barristas, o los que son de verdad son muy pocos. Aquí hay delincuentes que se esconden tras una camisa de un equipo para robar. El barrista de Neiva sólo vive consumiendo drogas y haciendo daño a todo el mundo. Se les olvida apoyar al equipo, lo más importante”, manifestó David Ríos*, barrista de un equipo capitalino. Las drogas, una puerta Mario Lizcano* es un mayor de edad que hace parte de una banda desde su adolescencia. El cree que todos los problemas de la delincuencia se relacionan con el consumo de drogas. “El curso es el cigarrillo, la aprobación es la marihuana y de ahí para adelante el joven mete lo que le ponga el amigo: la mente inspiradora. Ningún pelado dice me voy a volver vicioso y ya se volvió así. Casi siempre hay un amigo, un familiar o un conocido que le dice ‘fumémonos esto’. Y después prueban cualquier cosa para estar al lado de la banda. Así se empieza. Después que le pierden el miedo a un vicio ahí se quedan. Hay chinos de 13 años que ya están totalmente adictos al pegante”. El bóxer es la droga de moda en el momento. La razón es que es mucho más barata, el efecto dura bastante tiempo y es fácil de conseguir. Las mujeres también la consumen, así como jóvenes de todos los estratos sociales. El bazuco es una droga que se consume de manera más privada. Es un vicio escondido que alimenta la delincuencia y que lleva fácilmente a la indigencia. “Yo he visto a muchos profesionales de la ciudad que se encierran durante días a consumir. Aquí hay facilidad para conseguir cualquier droga”, aseguró Mónica. Casos de corrupción Mario Lizcano lleva más de 15 años en el bajo mundo de la delincuencia. Nunca ha sido apresado. El asegura que ha ascendido en muchos niveles en el bajo mundo, gracias a la corrupción de algunas autoridades. “Si a uno lo cogen policías corruptos con una libra de marihuana, usted les paga $100.000 y lo dejan ir. Esa misma libra que ellos le quitan, se la venden a las ollas de nuevo. Igual opera con el manejo de las armas, o con lo que le encuentren”, aseguró. “A veces se pone muy difícil la situación porque los superiores les exigen resultados a los policías. En esos días hacen operativos y decomisos. Pero es que hay muchas autoridades que se encargan de formar el desorden. Van a las ollas y les dicen a los capos que hagan respetar su territorio, que no dejen que los chinos roben en los barrios, para que ellos no tengan que molestarlos. Si eso se contralora realmente, no habría una sola olla en la ciudad”, aseguró Mario. * Nombres ficticios, cambiados por solicitud de las fuentes. La delincuencia juvenil está ligada estrechamente con el consumo de drogas. Fotos suministradas. En las comunas populares se alimenta la delincuencia desde la infancia. Allí forman a los sicarios de la ciudad. Para los jóvenes delincuentes las leyes colombianas les dan un margen de maniobra que tienen que aprovechar. La intolerancia y la agresividad son características en estos sectores poblacionales. El hurto es la actividad ilícita más recurrente entre los menores infractores.