Sorprendió la afirmación del ministro de Agricultura, Rubén Darío Lizarralde, frente al sector más importante del campo nacional, el café, luego de que propusiera – sin ningún elemento de juicio racional ni un estudio serio ni un análisis previo – que se detenga el crecimiento de la caficultura nacional, que se evite estimular la siembra del grano, salvo el de tipo especial, porque afirma que se está llevando a la ruina a muchos agricultores.
Una cosa es que se solicite, como lo han hecho diversos sectores nacionales muchísimo antes del señor Ministro, que la Federación de Cafeteros se sacuda y tome decisiones de fondo que le permitan afrontar los nuevos tiempos bajo modelos competitivos, y otra muy distinta plantear que se detenga el crecimiento de los cultivos.
El Ministro no presentó cifras ni se refirió a datos concretos ni expuso en qué medida debe detenerse ni cuál es el tamaño adecuado o ajustado de los cultivos del grano.
Por supuesto que el gremio cafetero amerita un revolcón, claro que la Fedecafé ha perdido enorme peso frente a las más de 500 mil familias cultivadoras del grano y no hay duda ninguna de que el sector padece una aguda crisis. Pero no es frenando su crecimiento ni el volumen de la producción tienen que ver en la sustancia de los bajos precios; éstos obedecen a otros factores de orden internacional, de mercados ajenos a Colombia y de jugadores de gran nivel que manipulan los precios en las bolsas del mundo.
Y claramente Colombia tiene ventajas por la calidad y, como ha ocurrido en recientes semanas en el Huila, los cafeteros han recibido gracias a ello un notable sobre precio. Por el contrario, hay que incrementar el área cultivada, mejorar la productividad por hectárea, implementar la caficultura inteligente y crear nuevas variedades resistes, entre otras, como ha venido ocurriendo en el nuevo eje cafetero.
Y otro elemento que vale resaltar del desconocimiento del alto funcionario, es su declaración de que planea iniciar un profundo cambio en la ruralidad colombiana porque "al campo lo tenemos que ver como un negocio, Hay que trabajar asociativamente. La unión hace milagros. Vamos a cambiar a fondo al campesino colombiano”. Valdrá que alguien le cuente al doctor Lizarralde que los modelos asociativos, en el café, hace rato han probado su eficacia en el Huila y que tal asociatividad es justamente uno de los factores principales de éxito que pueden exponer nuestros campesinos del sur del departamento. Y que esa unión de esfuerzos no se ha hecho entre grandes empresarios y pequeños campesinos, como lo pretende el Ministro queriendo repetir su modelo de Indupalma, sino entre agricultores iguales.
“Pero no es frenando su crecimiento ni el volumen de la producción tienen que ver en la sustancia de los bajos precios”.
Editorialito
Una guerra frontal contra los fraudes en los cobros del subsidio cafetero acaban de anunciar las autoridades. Según sus informaciones por lo menos 13 cooperativas, algunas de fachada y empresas comercializadoras del grano estarían implicadas en esta actividad ilícita. Y lo más grave: otras precooperativas, creadas en Cámara de Comercio, para apropiarse de los recursos públicos. Increíble.
