Mototaxis, ¿fin?

No es simplista ni rápida la salida que cualquier administración local en Colombia pueda darle al fenómeno del mototaxismo, que provocó ayer en la capital del Huila una sonora protesta de las empresas transportadoras exigiendo su control y desmonte. Se trata de una modalidad irregular de transporte de pasajeros que, con el paso del tiempo, ha adquirido dimensiones que no pueden tomarse a la ligera y cuya solución, tanto los recientes gobiernos nacionales como el Congreso, han evadido año tras año, dejando en manos de los alcaldes un asunto que termina provocando más roces sociales y de orden público.

Se trata el mototaxismo de una salida económica que han encontrado miles de familias, que nació a comienzos de los años 80 en pueblos de la Costa Atlántica y se fue expandiendo hasta llegar a grandes ciudades. Y contrario a lo que piensan muchos, no es fenómeno exclusivo de países con alta pobreza como Colombia, Perú y Ecuador; en Europa se presta este servicio en metrópolis como Madrid, París y Londres, eso sí con motocicletas mejor adecuadas, condiciones de higiene y comodidad mayores que las de un taxi, y usado por ejecutivos que quieren llegar rápido. Las mototaxis europeas son, en general, grandes y lujosas con gran capacidad de carga y los usuarios reciben casco, chaqueta y guantes, y otros ofrecen calefacción en los asientos, música, interconexión con el piloto o comunicación por celular.

Y son más de 25 países en el mundo donde existen, a tal punto que el diccionario ya acuña el término mototaxi. Y claro que su aparición no ha estado exenta de polémica, especialmente por la protesta de los taxistas, como ocurrió el año pasado en Madrid, donde sus autoridades se declararon maniatadas para controlarlo, pero a su vez allá se han destacado por usar combustibles de baja contaminación.

El fenómeno ha crecido, y lo seguirá haciendo si tenemos en cuenta el alto volumen de ventas de motos en el país, y solo será mediante una legislación especial que se regularice o se adecúe. Las normas nacen, históricamente, de las necesidades de la sociedad, y hay suficiente evidencia de que gruesos sectores de población colombianos han escogido la moto como transporte público y otros tantos como su medio de subsistencia. Lo que habrá que determinar es cómo este modelo compagina con el transporte organizado o cómo se complementa, qué condiciones deben reunir las motos y aquellos que se dediquen a esta modalidad. Eliminarlo no parece una vía adecuada ni sostenible, ni social ni económicamente.

Ahora bien, si el mototaxismo ha afectado al transporte formal, siendo ilegal, ello debiera llevar a éste último a plantearse el por qué los ciudadanos prefieren la moto al taxi o la buseta, no solamente exigir que se desmonte. ¿Hay fallas en el servicio legal, alto costo, abuso de las tarifas, mala atención, deficiencias en sus vehículos?
 

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